Nick guió a ________por el pasillo, y avanzaban cogidos de la mano, cuando la voz ahumada de la cantante líder de Blush resonó en los altavoces que había en la discoteca, diciendo «Vamos a tomarnos un pequeño descanso, pero no se vayan a ningún sitio porque esto acaba de empezar». Se dirigieron hacia el escenario, lo único que Nick anhelaba era interceptar al grupo y salir de allí.
Mierda, ________ lo había excitado mucho, y rápido. Demasiado para no follarse a la chica a la que estaba formando. Joder, suponía que ese era el tipo de hombre que era, pensaba que la vida era demasiado corta como para no ceder al placer, siempre y cuando aquello no le hiciera mal a nadie. E incluso si aquello le parecía una mala idea, quizás no lo fuera después de todo. Ya que ella no era una artista en potencia de Blue Night, estaba claro que aquello de pasar un buen rato juntos no le causaría a él ningún daño, ni a cualquier otra persona.
Por fortuna, se encontró cara a cara con la cantante de Blush cuando ésta bajaba los pocos escalones que había a un lado del escenario. Él le tendió la mano.
—Hola. Soy Nick Jonas, de Blue Night Records.
La descarada rubia, tan brillante y moderna en el escenario, parecía de repente desfallecer, abrió los ojos de par en par y lo miró boquiabierta.
—Oh, Dios. Eres tú.
—Esta es mi socia, ________ ________, y hemos estado disfrutando del espectáculo de esta noche —«tanto que hemos acabado haciéndolo en un almacén».
Nick sabía que el ambiente que había creado el grupo con su música era solo parte de lo que lo había arrastrado a ________ aquella noche, pero no podía negar que el estilo particular del espectáculo de Blush también había incitado a ________, creando una atracción mutua a velocidad de vértigo.
Cuando la cantante, Candy Lark, se presentó a sí misma y al resto del grupo, Nick vio cómo se encendían los ojos de todas las chicas, y después fue directamente al grano y les dijo que quería contratarlas. Unos pocos miembros del grupo se pusieron a dar saltos, gritando por la emoción que le producía aquello, mientras que Candy Lark hizo lo que pudo para comportarse de manera profesional y le dio las gracias por haber ido al club para verlas. Él le pasó una tarjeta en la que ya había escrito el número de la habitación en el hotel Venecia, y después, acordó una reunión para el desayuno de la siguiente mañana en su suite.
A él todavía le encantaba aquella parte de su trabajo, darle a alguien la oportunidad de hacer que sus sueños se volvieran realidad. Había sido formado —y debía formar también a ________— para recordar que aquello eran negocios, que se hablaba de beneficios y dinero, pero también le parecía importante actuar con el corazón en el trabajo.
Cinco minutos más tarde, se deslizaba dentro del taxi junto a ________, contento por volver a estar solo con ella, aunque no estaba muy seguro de a qué se debía aquello. De acuerdo, no habían tenido tiempo para mantener una conversación agradable después de copular frenéticamente, pero no era especialmente el tipo de persona a la que le gusta hablar mucho después de tener relaciones sexuales. Quizás era la pequeña y sexy sonrisa que resplandecía en los oscuros confines de aquel taxi lo que le hacía disfrutar tan solo de su presencia.
—¿Por qué la sonrisa? —le preguntó, mientras el taxi se alejaba del Fetiche. —¿Estás emocionada por la oferta del contrato?
Ella se mordió el labio y a él le pareció que estaba condenadamente atractiva, incluso bajo aquella tenue luz, y le respondió con un tono de voz bajo para que solo ellos pudieran escucharla.
—Oh, eso ha sido emocionante, pero la verdad es... que estaba pensando en el hecho de que no llevo bragas.
Notó cómo se le tensaba la ingle y no pudo evitar concederle una pequeña sonrisa.
—¿Sueles sonreír cuando no llevas bragas?
—Nunca he ido sin ellas hasta ahora —le confió ella.
Aquello lo sorprendió un poco. Porque ella parecía completamente despreocupada. Y a pesar de la conversación que habían tenido la noche anterior acerca de tener relaciones sexuales en un lugar privado, aquella noche parecía una chica que... bueno, que ya hubiera tenido relaciones en un almacén una o dos veces antes de aquello.
—¿Nunca? —le preguntó.
—Jamás.
Él ladeó la cabeza, todavía estaba intentando llegar al fondo de lo que él sabía que era una sonrisa atrevida. ¿Y...?
Ella sopesó su respuesta, parecía extrañamente joven e inocente y contenta consigo misma.
—Me hace sentir... salvaje. Sexy. Libre.
Mierda, ahí estaba otra vez, aquella parte genuina de ella. La parte de ella que era tan real que él casi podía saborear. Y le gustaba. Un montón. En sus treinta y cinco años de vida, había pasado el mayor parte del tiempo disfrutando con las mujeres, y no estaba muy seguro de que alguna vez hubiera conocido a alguien como ella.
Sin planearlo, se inclinó hacia delante en el taxi y la besó.
—Quédate en mi habitación esta noche —le dijo al oído en voz baja.
Ella se hizo hacia atrás para poder mirarlo y le ofreció una sonrisa juguetona.
—Tengo que advertírtelo, esa bebida, después del vino que he tomado en la cena, me ha dejado algo atontada. Puede que me quede dormida pronto.
—No me importa, siempre y cuando lo hagas desnuda.
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