miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 8

También pidieron la comida. Registraron todos los contratos, Nick los comentó, ________ hizo preguntas, y a veces él le hacía un pequeño examen para repasar lo que había aprendido. Y para cuando terminaron de trabajar, ya a altas horas de la tarde, ________ tenía muchas cosas claras: comprendía los contratos de Blue Night mejor de lo que pensó, estaba poniéndose al día rápido, se divertía trabajando con Nick y pensó que era un hombre mucho más agradable de lo que había esperado, «y que era imposible no pensar en él en términos sexuales».

Después de todo, aquel hombre desprendía sexo por todos los poros de su piel. Desde su belleza misteriosa y sus ojos seductores hasta un cuerpo perfectamente cincelado que su ropa no podía ni empezar a ocultar. Desde el momento en el que había ido a abrirle la puerta aquella misma mañana, había estado impregnada de una bruta lujuria que sobrepasaba cualquier cosa que ella hubiera experimentado nunca. Y esta vez no podía echarle la culpa al vino. O al ambiente. O cualquier cosa que no fuera el puro y animal magnetismo.

Cada vez que él le sonreía, le llegaba directamente al alma. Cada vez que sus ojos brillaban al mirarla, podía sentirlo entre sus piernas. Y la manera en la que sus músculos tonificados llenaban una camiseta en la que aparecía el grupo de las Violent Femmes y su «Gone Daddy Gone» la había hecho entrar en calor. Se había sentido excitada por su mera presencia todo el maldito día. Y se daba cuenta, más de lo que lo había hecho la noche pasada, de que en realidad le gustaba mucho —creía que era inteligente, astuto y amable—, y todo aquello no ayudaba a mejorar la situación. Hubiera sido mucho más fácil ignorar el magnetismo animal si él hubiera sido el imbécil engreído que ella había imaginado que era.

«Pero has conseguido superar el día sin problemas», se recordó a sí misma, mientras se cambiaba de ropa y se preparaba para la noche. Iban a ir a un club llamado Fetiche, que según le había prometido Nick con un guiño no era tan espeluznante como su nombre indicaba.

—Entonces, no hace falta que vaya de cuero negro de los pies a la cabeza para encajar bien, ¿verdad? —le había preguntado.

Se acordaba de cómo él había ladeado su preciosa cabeza, mirándola con una expresión coqueta en los ojos.

—No, aunque... a mí no me importaría verte alguna vez vestida de cuero negro.

No hace falta decir que en cuestión de segundos se había excitado por completo, incluso aunque un cálido rubor le coloreara las mejillas cuando había intentado quitarle importancia con una carcajada.

«Has conseguido superar el día sin problemas, y también superarás la noche. Y después, superarás sin problemas todos los días que están por llegar». Y creía realmente poder hacerlo. Porque, por muy excitada y molesta que se hubiera sentido durante aquel mismo día, se las había arreglado para concentrar su atención —casi toda su atención— en el trabajo, y además, había aprendido un montón de cosas.

Aparte de explicarle qué suponían todos aquellos contratos, Nick también le había enseñado cuándo se debía y cuándo no proponer ciertas cosas, cuáles de esas cosas eran las últimas que debería prometer a un artista, y cómo de entusiasmada debería estar con ellos antes de ceder a unas exigencias en particular.

—Pero —también le había dicho él— lo más bello de trabajar con una casa discográfica independiente reside en el hecho de que la mayoría de nuestros artistas son primerizos, están abiertos a cualquier propuesta, y se mueren por devorar lo que podamos ofrecerles. No tendrás que tratar con muchos artistas que pongan sobre la mesa sus exigencias en el contrato, y en el caso contrario, tienes que fijarte si realmente merecen la pena.

Por lo que en aquel momento, estaba doblemente entusiasmada por ver cómo empezaba realmente todo aquel proceso, y sería testigo de ello aquella misma noche. Había una banda alternativa compuesta por chicas llamada Blush que actuaba en el Fetiche —el grupo le había enviado un CD a Nick, quien por casualidad lo había elegido de los montones que recibía regularmente quedando impresionado. —La banda no tenía ni idea de que Nick iba a estar presente por la noche, él simplemente le había echado un vistazo a su página web, donde se detallaban las fechas de las apariciones en los clubs. Le había explicado a ________ que normalmente le gustaba acercarse sigilosamente a una actuación y observarla tranquilamente, sin ser observado, por si se daba el caso de que no le gustara lo que estaba viendo.

—Lo hace más fácil para todo el mundo —dijo él. —No hay ni expectativas frustradas ni cantantes con el corazón destrozado. Además, puedo ver cómo actúan en una noche normal.

Daba la casualidad de que ________ llevaba cuero negro para salir aquella noche, al menos un poco. Una minifalda negra de cuero, unas botas de tacón de aguja y, sobre la camiseta, una blusa de leopardo, ligeramente transparente y que dejaba entrever un sujetador negro. Todo era nuevo, lo había comprado en su excursión de tiendas con Kelly, incluyendo el sujetador y el tanga negro de seda que llevaba bajo la falda. No había elegido su conjunto por el sitio al que iban a ir, y tampoco lo había elegido para parecerle a Nick más sexy, lo había elegido por la misma razón por la que había seleccionado su ropa la noche anterior: porque tenía que tener el aspecto de una representante de A&R moderna y tranquila si pretendía representar a Blue Night Records.

E incluso aunque la idea de tener un aspecto atractivo mientras estaba con Nick le llamaba la atención y la hacía sentirse animada, tenía que ignorarla. Tendrían que recorrer montones de discotecas aquella semana, esa era la razón por la que estaban en Las Vegas, y ella no podía simplemente llevar una sencilla camiseta cada vez que se encontraba con él.

Su miedo más grande era que una noche sintiéndose sexy con Nick y deseando a Nick la llevara derechita adonde la había llevado la pasada noche: a una sesión desesperada de masturbación, sola y en su habitación. Y francamente, ahora que el día había acabado y que su cuerpo llevaba descansado durante horas, aparte de la excitación por encontrarse junto a Nick, estaba empezando a recordar exactamente lo que había hecho permitirse una forma tan extrema de auto-placer.

Oh, bueno, si era ahí adonde conducía la noche, ahí sería adonde conduciría. Pero mientras terminaba de aplicarse el maquillaje, y se atrevía a ponerse algo de lápiz de ojos, decidió dejar de preocuparse y en lugar de eso, volvió a concentrarse en esperar con emoción lo que fuera a suceder.

Justo entonces, un golpecito sonó en la puerta. Nick.

Sintió cómo se le humedecía la vulva tan solo con la idea de volver a verlo. Lo que estaba mal. Muy mal.

Pero tomó una gran bocanada de aire y se apresuró para abrir la puerta. Él se levantaba delante de ella, con un aspecto... masculinamente hermoso. No había otra manera posible de describirlo. Su pelo café caía en preciosas ondas perfectamente formadas. Sus bellos ojos la cautivaban con su mirada. Y su cuerpo divinamente musculoso hizo que una simple camisa negra sobre unos pantalones vaqueros negros pareciera un traje de alta costura. Una pequeña cruz de plata colgaba de una cadena de su cuello.

Ella se mordió el labio y bajó la mirada, intentando ocultar así la reacción física que se extendía por su cuerpo en una corriente de calor.

—Nada de camisetas vintage esta noche, ¿eh? —le preguntó ella, esforzándose por levantar los ojos hacia su cara.

Él sonrió como respuesta, después le echó un vistazo no demasiado sutil.

—Menos mal que me he puesto una camisa real, si no hubiera parecido un auténtico dejado a tu lado.

Su mirada se rezagó en la falda de ________, que acaba a medio camino de sus muslos, y aquel contacto hizo que a ella le temblara todo el cuerpo.

—Genial —dijo él.

—He decidido llevar... algo de cuero —le explicó ella.

—Me gusta —después su mirada volvió a centrarse en sus ojos. —¿Estás preparada?

—Mucho —oh, mierda, ¿realmente acababa de decir eso? —Estoy muy emocionada por hacer una exploración oficial —añadió, intentando ocultar su lascivia.

—Dijiste que te gustaba la comida mejicana, así que he hecho reserva en Taquería Cañonita, abajo, con vistas al Gran Canal. Se puede observar a la gente desde allí —añadió él con un guiño de ojos.

Pero mientras se dirigían por el pasillo, ________ no pudo evitar pensar que quizás fueran ellos las personas a las que estarían observando. Se había sentido tranquila y segura de sí misma en Las Vegas mientras estuvo vistiéndose, pero la verdad era que nunca había llevado puesto nada tan picante en su vida. Y no podía negar que algo acerca de aquel atrevimiento la hacía sentirse más segura con el hombre que iba a su lado, porque quizás, solo quizás, la pequeña ________ ________ de Ohio fuera realmente una acompañante perfecta para él.

Diez minutos más tarde, estaban sentados en una mesa para dos al borde del canal, que se veía a través de las ventanas de la zona de comercios interior del hotel Venecia. Pero la luz y el techo cubierto de nubes blancas y cielo azul que tenían sobre las cabezas hicieron que ________ se sintiera como si estuvieran sentados en cualquier otra terraza de un restaurante.

—Esto es una locura —dijo ella, echándose hacia atrás para mirar al «cielo».

—Es Las Vegas —dijo él, y le dio un sorbo al vino que acababan de servirles en las copas.

Justo entonces, escucharon un chasquido y se sobresaltaron ante el brillante flash de una cámara de fotos. ________ giró la cara para mirar.

—No lo hagas —le avisó Nick antes de que ella pudiera divisar al fotógrafo, y se inclinó para tocarle la mano que descansaba encima de la mesa. Ella sintió un escalofrío ante el contacto. —Si los ignoras, se irán.

Fue entonces cuando ella se dio cuenta, Dios mío, algunos miembros de los paparazzi de Las Vegas acababan de hacer una foto de ella porque estaba con él. Qué completamente extraño era todo aquello.

—No te sorprendas si te encuentras mañana en Internet sobre algún encabezamiento como «La misteriosa mujer que acompaña a Nick Jonas». Lo siento.

La verdad era que a ella no le importaba. En realidad, encontró la idea algo excitante. Pero no se lo dijo, claro, se limitó a negar con la cabeza.

—Está bien. No es nada grave —después bajó la barbilla. —¿Pero a ti no te resulta raro? ¿Tener extraños que hacen fotos de ti todo el tiempo? ¿O ya te has acostumbrado a ello?

—Si te digo la verdad, es todavía jodidamente extraño —le contestó él, con una expresión irónica. —Y todavía no lo pillo. Este tipo de mierda no parece pasarle a otro tipo de representantes, ¿por qué tengo yo tanta suerte?

«Porque eres hermoso». Todo se remitía a eso. Seguramente él era consciente de cuan agradable era de mirar. Pero gracias a Dios, no se le había escapado, y estaba claro que no iba a plantear la cuestión.

—Te codeas con muchas estrellas de rock y aspirantes a estrella —le recordó ella con una sonrisa. —Quizás eso te haga una celebridad por asociación.

Él se encogió de hombros.

—Aun así, es extraño cuando la gente que no conoces piensa que sabe algo acerca de ti —después, ladeó la cabeza y la miró intensamente con sus ojos negros. —Supongo que has oído los rumores.

—¿Acerca de que eres un mujeriego? ¿O lo del sexo a cambio de un contrato? —hizo una mueca con los labios y respondió con determinación. —Sí —no veía la razón por la que mentir sobre eso.

Él asintió, después le concedió una sonrisa relajada.

—Lo positivo de todo esto es que estoy ahorrando un montón de dinero en camisetas. La gente que no conozco sigue mandándome camisetas con logos de bandas de rock en ellas. Supongo que me ven llevándolas en las fotos. Ahora tengo una camiseta en el correo cada pocos días.

Ella sonrió.

—¿De admiradoras? ¿O de bandas de rock que quieren que vayas por ahí llevando sus camisetas?

—Ambas cosas, vienen de cualquier parte. Joder, la gente de Hugh Hefner me envió una camiseta de Playboy la semana pasada con una nota en la que me daban las gracias por haber pasado por la mansión.

________ parpadeó y se sentó erguida.

—¿Has estado en la mansión de Playboy?

Él se encogió de hombros otra vez.

—Sí.

—¿Y qué aspecto tiene?

Él tomó otro sorbo de su vino y ________ decidió que podría aguantar un poco de alcohol en su sistema también, así que extendió la mano hacia el pie de su propia copa. Porque la nueva y moderna ________ no debería sentirse intimidada o alucinada por la idea de lo que probablemente le aguardaría detrás de esas puertas en particular, pero la vieja ________ sí, y a ella se le había olvidado ocultarla.

—Parece que hay bastante diversión —dijo él, y sus ojos brillaron de nuevo, un poco lascivos esta vez.

A ella se le revolvieron las entrañas en una mezcla confusa de repulsión y excitación al imaginarse qué tipo de diversión habría experimentado él en aquella casa. En realidad, parecía que Nick Jonas tenía el mismo efecto en ella que la ciudad de Las Vegas.

—Yo no tendré... eh, no me pedirán que vaya a lugares como ese, ¿verdad? —preguntó ella.

Él bajó la barbilla.

—No van a pedirte que lo hagas, pero es el tipo de lugar en el que se reúne la gente del espectáculo, así que... si recibes una invitación, sería muy inteligente de tu parte que la aceptaras.

—Ah —dijo ella, todavía encerrada en el mundo de la vieja ________. Después, empezó a tragar nerviosamente. Una cosa era ponerse una falda de cuero y una blusa transparente. Pero cuando llegara eso de predicar con el ejemplo, ¿sería capaz de hacerlo? Ella nunca había pensado tener que asistir a sitios donde puede que estuviera incómoda. Incluso aquel bar aquella noche, ¿se sentiría cómoda yendo a un lugar llamado Fetiche, sin Nick como acompañante?

—¿Va algo mal? —le preguntó él; claramente estaba leyendo la preocupación que se le reflejaba en la cara.

Ella pensó en fingir, afirmar que nada iba mal, disfrazarse como alguien tranquila y segura, como la nueva ________ otra vez. Pero había pasado todo el día con Nick, y le gustaba realmente, así que no pudo evitar hablar con sinceridad.

—Quizás no debería contarte esto, pero... no estoy segura de que pueda encargarme de bien todo esto.

Nick le contestó poniendo el codo en la mesa y apoyando la barbilla en su puño y después, clavándola en el sitio con una de sus miradas.

—Oh, apuesto a que puedes encargarte de las cosas mucho mejor de lo que crees, nena.

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