miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 33

Aquella noche cogieron un taxi en Fremont Street, la morada de la vieja Las Vegas, donde quedaban unos cuantos casinos que habían triunfado desde el nacimiento de la ciudad. En los años recientes, la ciudad había resucitado el barrio, dando a los viejos edificios un toque actual a base de levantar enormes techos arqueados sobre varios de los bloques de la zona, lo que también servía como un toldo contra el sol. La calle estaba acordonada, permitía a los jefes vagar por allí sin preocuparse por el tráfico y cada noche, un espectáculo luminoso parecía resplandecer del oscuro cielo.

Fremont Street también se había convertido en el lugar perfecto para los artistas callejeros, atrayendo a mimos y artistas y magos, así como a músicos. Nick explicaba de camino que siempre echaba un vistazo a Fremont Street cuando iba a Las Vegas.

—Normalmente no encuentras nada que merezca la pena —concluyó—, pero encontré allí a Graham Maxwell, así que no quiero arriesgarme a perder a alguien que sea genial —Graham Maxwell era un pianista de jazz cuyos CD habían dado ganancias respetables a Blue Night durante los últimos diez años.

________ se había vestido muy informal en comparación con la noche pasada. Llevaba unos pantalones de pitillo blancos y una camiseta fucsia. Normalmente, se las habría arreglado para ponerse un sujetador sin tirantes bajo aquella prenda en particular, pero las experiencias de la semana habían alterado verdaderamente su manera de ver las cosas —al menos durante el tiempo que estuviera en Las Vegas—, así que no se había molestado, ni le importaba si sus pezones se entreveían un poco. Como de costumbre, se sentía de una manera completamente diferente, sexy en el brazo de Nick, como si estuviera con un hombre tan atractivo que le diera permiso para ser picante.

Llegaron temprano a cenar en un restaurante especializado en bistecs que Nick conocía y después se fueron a la calle. Tras ver a un aerógrafo increíblemente espectacular trabajando y a un malabarista con zancos, se toparon con un quiosco de música que había en un extremo de la calle, donde un chico con un ligero exceso de peso tocaba el piano y cantaba éxitos de Billy Joel y Elton John. La multitud parecía entretenida, pero Nick y ________ llegaron rápidamente a la conclusión de que no había nada únicamente atractivo en aquel hombre.

Atravesaron de vuelta la avenida principal, y encontraron a un chico que tocaba la guitarra y cantaba suaves clásicos del rock con una voz arenosa y fuerte que se volvía suave justo en el momento que la canción requería. Lentamente, la multitud empezaba a acumularse a su alrededor y los que pasaban por allí dejaban caer monedas en el estuche abierto de su guitarra. Entre las canciones, señalaba a su mujer y a su bebé, que estaban cerca de él, observándolo. Parecía un hippie maduro, de unos cuarenta años, pero con el pelo rubio recogido en una cola de caballo; y quizás incluso fuera un asaltacunas porque su joven mujer no tendría más de veintidós años. Pero cuando le dedicó su versión de «I Love You» de Climax Blues Band, ________ sintió que se le enternecía el corazón.

—Me gusta —le dijo a Nick cuando acabó la canción.

—Te gusta porque piensas que es sensible y romántico.

Ella se dio la vuelta para mirarlo, sonriente, y sorprendida. —¿Y qué te hace pensar que valoro ese tipo de cosas? Él le devolvió la sonrisa.

—Quizás esté equivocado, quizás no sea verdad que lo hagas. Pero me da la sensación de que la chica que solía ver en la oficina de Blue Night valoraba esas cosas.

Ella parpadeó, todavía sentía curiosidad.

—¿Y por qué piensas eso? ¿Solo porque una vez te dije que me gustaba el sexo en privado y que había estado un poco más sometida cuando estaba casada?

Él se encogió de hombros.

—Solo era una corazonada.

—¿No habíamos conseguido olvidar aquello de la mujer correcta y remilgada? Quiero decir, si valoro tanto el romance, ¿cómo es posible que haya tenido una aventura loca y salvaje contigo toda la semana y que ni siquiera parpadee ante el hecho de que regresaremos de vuelta al negocio como si tal cosa en solo un par de días?

Su sonrisa se desvaneció, solo ligeramente, y ella casi lamentó haber dicho aquello, porque les recordaba a los dos que todo terminaría pronto. Después de todo, ¿qué pasaba si él había estado planeando cambiar de opinión de alguna manera, y seguir viéndola cuando regresaran a Los Ángeles?

—¿Quieres saber lo que realmente pienso? —le preguntó él al final.

Ella tragó saliva, supo que su sonrisa también se había desvanecido.

—Claro.

—Creo que he llegado a tu vida en un momento en el que estabas herida por lo de tu divorcio. Yo nunca he estado casado, ni divorciado, pero conozco a un montón de personas que sí lo han estado y sé que el divorcio puede cambiar completamente a una persona, cambiar sus deseos o la manera en la que ven la vida. E incluso si tú eres ahora más salvaje, y más aventurera, creo que en lo más profundo de tu ser siempre serás una mujer que se deshace un poco con un tipo como este —señaló al hombre que tocaba la guitarra. —Un hombre que dedica una dulce canción a su mujer.

________ apenas sabía qué contestarle. Porque pensaba que probablemente tuviera razón. No tenía la más mínima intención de regresar de nuevo a las costumbres que tenía la vieja y remilgada ________ cuando todo aquello se acabara, pero... sí, posiblemente siempre apreciaría a un hombre dulce y cariñoso. Solo Dios sabía que había apreciado el hecho de que aquel mismo día Nick le hubiera dado el control sobre la carrera de Austin, que la había conmovido el gesto... probablemente demasiado. E incluso si no quería volver a ser alguien remilgada, tampoco podía imaginarse yéndose a la cama con alguien con tanta facilidad como lo había hecho con Nick.

—Supongo... que me tienes bien calada, Jonas.

—No parezcas tan desgraciada por ello —le dijo, con un tono de voz alegre. —No es un crimen.

Como de costumbre, cuando discutían temas como aquellos, ella era honesta con él.

—Quizás no quiera sentirme de esa manera. Quizás solo quiero ser una chica sucia y nada más.

Él la miró directamente a los ojos, toda expresión de diversión había desparecido de su cara.

—Pero entonces no serías tú, ________. Y para tu información, a mí me gusta todo el paquete. Me gusta la chica sucia. Pero también me gusta lo dulce que eres, lo real que eres. Joder, me gusta hasta poder tener una conversación inteligente contigo. No siempre pasa así con las mujeres que conozco.

Oh. Así que le estaba diciendo que le gustaba tal y como era. O solo la nueva ________ en la que se había convertido. Y no estaba muy segura de cómo contestar a todo aquello, pero la frase «te quiero» le vino a la mente. Y ya que aquello era definitivamente una mala idea, lo tomó de la mano y simplemente irguió el cuerpo para darle un beso.

—La cosa es —le dijo él entonces— que no vamos a contratar a este hombre.

________ arrugó la nariz, en una expresión de decepción.

—Pero parecen...

—Parecen necesitar el dinero, lo sé —le dijo él. —Solo que estamos en el negocio de la música y no en el negocio de la caridad, nena. Eso es algo que debes tener siempre en mente, ¿de acuerdo?

Él tenía razón, por supuesto, así que ella asintió.

—Excepto porque... es bueno. Realmente bueno. ¿No crees? E incluso tiene una buena presencia para el escenario.

—Pero todavía no ha tocado ni una canción original.

—Eso no significa que no las tenga.

Nick sonrió, probablemente por lo argumentativa que se había vuelto de repente.

—Te diré qué vamos a hacer. Cuando haga un descanso, puedes presentarte. Dale mi tarjeta pero escribe tu nombre en el reverso. Dile que te envíe un CD de canciones originales si es que las tiene. ¿Qué te parece?

Ella sonrió.

—Me parece perfecto.

Y así hizo.

Cuando el hombre dejó de tocar, dijo que estaría de vuelta en pocos minutos; ________ tomó una gran bocanada de aire y se acercó a él, dejando que Nick se quedara en el perímetro, junto a la multitud. Cuando ________ le dijo a aquel hombre que trabajaba para Blue Night Records, sus ojos arrugados en las comisuras se iluminaron y le concedió una gran sonrisa que dejaba bien claro que necesitaba algo de cuidado dental. Después de que ella expresara sus intereses, le pidió que le enviara un CD de cualquier música original que tuviera, y él le dio las gracias estrechándole la mano con tanta fuerza que casi se la arranca. Entonces levantó la mirada y vio que Nick estaba sonriéndole.

—Buen trabajo —le dijo, y le pasó el brazo por los hombros cuando se dieron la vuelta para irse. —En realidad ha sido divertido.

—¿Ves? Te lo dije, este es el mejor trabajo del mundo cuando puedes alegrarle el día de alguien, o en algunos casos, la vida.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?

—Bueno —le dijo él, con una expresión juguetona, y después echó un vistazo a su alrededor, a la mezcla de artesanos y turistas—, podemos hacer que te hagan una caricatura. O podemos provocar a uno de los mimos. O podemos... empezar con tu sorpresa.

Sintiéndose tímida y segura con aquella sugerencia, le dijo:

—Esta sorpresa es de naturaleza sexual, ¿verdad?

Él asintió.

—Por supuesto.

—Entonces, dámela, cariño.

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