Nick abrió las puertas dobles de su habitación de lujo y se encontró con ________ al otro lado. No tenía el aspecto de la noche pasada, pero todavía estaba condenadamente preciosa con aquella pequeña y ajustada camiseta que se adhería a sus pechos lo suficiente como para que él pudiera ver los pezones sobresaliendo hacia fuera. Por supuesto, aquello le hacía preguntarse acerca de su sujetador. ¿Qué tipo de sujetador llevaría exactamente ________ ________? Dado que cada vez que la veía tenía un aspecto completamente diferente, era imposible de adivinar, lo que hacía que la pregunta fuera incluso más intrigante aún.
—Hey —dijo ella, dedicándole una breve sonrisa, y con una expresión avergonzada. Él no tenía ni idea de a qué se debía aquello. ¿Tan solo porque había existido algo de química entre ellos la pasada noche? Aquello era innegable, pero ninguno de los dos había hecho nada al respecto, por lo que no veía nada de qué avergonzarse.
—Hey —le dijo él relajadamente. —Entra.
Al poner el pie en el recibidor embaldosado, ella abrió los ojos de par en par, y estudió detenidamente el lugar.
—Oh, Dios mío.
—¿Qué? —le preguntó él, con una ligera risita. Ella se dio la vuelta para mirarlo, un mechón de pelo rojizo cayó libre de su cola de caballo para enmarcarle la cara.
—Pensaba que mi habitación era genial, pero la tuya es... condenadamente fabulosa.
Ella tenía razón, pero él se alojaba allí tan a menudo que a veces olvidaba que la habitación de ciento cincuenta metros cuadrados, que poseía una mesa de comedor y un enorme salón, además de una habitación y un cuarto de baño de lujo, no se parecía a la habitación de cualquier hotel normal.
—Lo creas o no, necesito el espacio. Si encontramos algún artista que queramos estudiar o contratar, necesito un buen lugar en el que hablar de negocios con él. Y además, antes de que acabe el día, vamos a tener todo el suelo cubierto de contratos —había traído una carpeta que contenía cada variedad de contrato posible y que él pensaba que sería útil enseñarle.
—Aun así... vaya —dijo ella, y él no pudo evitar deleitarse con su inocente exuberancia. Aquel atisbo de inocencia se había revelado brevemente la pasada noche, también, cuando habían estado hablando acerca de Las Vegas, del sexo, incluso aunque ella hubiera intentado esconderla bajo la frialdad profesional. Quizás fuera eso lo que le había gustado tanto de ella la noche anterior: que pudiera ser tan profesional al mismo tiempo que se comportaba de una manera verdaderamente genuina.
—Encima de la mesa está el menú del servicio de habitaciones —señaló a la zona del salón. —Dime qué te apetece tomar y llamaré para pedir. Después, nos pondremos a trabajar.
—Suena divertido —dijo ella, con una expresión llena únicamente de sinceridad.
—¿Estudiar contratos... divertido? —enarcó una de sus cejas y negó con la cabeza. —No es que lo sea precisamente. Esta es la parte tediosa y aburrida. Pero te prometo que es el peor aspecto del trabajo. Esa es la razón por la que pensé que deberíamos empezar primero con ello, para que después, todo te pareciera mucho mejor en comparación.
Ella ladeó la cabeza, con una expresión juguetona en la cara, y escondió el mechón de pelo detrás de una oreja.
—Tengo que decirte que he leído la mayoría de los contratos, solamente por diversión, cuando los procesaba, así que no va a ser algo completamente nuevo para mí. Aunque no sé a qué se refieren todas las partes, en realidad estoy bastante interesada en ellos, lo que significa... que si el resto es incluso mejor que esto, estoy en perfecta forma.
El la miró boquiabierto.
—¿Lees contratos por diversión?
Ella asintió con entusiasmo, y él pensó que estaba condenadamente guapa.
—No me extraña que Jenkins quiera promocionarte.
A él le apetecía besarla. Como lo había deseado la noche pasada, cuando había estado con ella en la puerta de su habitación, y había mirado a sus preciosos ojos cafés, sintiendo cómo el calor fluía entre ellos. Sin pretenderlo, dejó que su mirada bajara otra vez hacia sus pechos, hacia la apetecible visión de sus pezones que presionaban contra aquella tela rosa, y sintió cómo se le endurecía la verga.
Pero entonces, volvió a señalar al menú.
—Elige algo para desayunar —le dijo otra vez para romper la tensión que acababa de crecer tan rápidamente e invisible entre ellos. Porque follarte a alguien con el que trabajas de cerca nunca es una buena idea. Aquella era la única razón que le había impedido invitarla a su habitación la noche anterior, y también le parecía una razón suficientemente buena aquella mañana. Mierda, ¿cuándo se había convertido ________, la chica de la oficina, en ________ la excitante nena? ¿Cómo demonios no se había dado cuenta antes?
Dio una ligera sacudida a su cabeza, intentando deshacerse de la lujuria que lo invadía, y se alejó de ella para coger algunos archivos.
La verdad era que no tenía mucha práctica a la hora de reprimir sus deseos. Era soltero, le gustaba pasárselo bien, y nunca había visto ninguna razón por la que no permitirse el lujo de disfrutar de una buena relación sexual cuando se le presentaba la oportunidad —lo cual, en el mundo en el que se movía, ocurría a menudo. —Lo que nunca había comprendido era por qué esas cosas tenían que salir en la prensa. ¿Cuándo se había convertido en toda una celebridad? ¿Por qué le importaba a nadie con quién se acostaba él o con quién se lo pasaba bien?
Aunque, fuera cual fuera la razón, parecía que su vida social reunía las condiciones necesarias para el entretenimiento de masas por aquellos días, así como un buen material para alimentar los rumores, y sabía que su imagen necesitaba un repaso. A Nick no le importaba lo que la gente pensara de él, pero sentía que Jenkins temía que estuviera empezando a darle a la firma una mala reputación, y si había algo que no quería poner en riesgo, eso era su puesto de trabajo.
Y follarse a la chica a la que estaba formando probablemente no ayudaría mucho para convencer a la gente de que era un hombre decente que no exigía el sexo de las artistas femeninas antes de contratarlas.
No es que ________ le pareciera el tipo de persona que echa un polvo y se lo cuenta a todo el mundo. El supo eso instintivamente. Volvió a concentrarse acerca de lo que había sentido por ella la pasada noche, una madurez profesional mezclada con una subyacente... autenticidad que era casi dulce.
Pero aun así no podía hacer nada. Y pasar esa semana con ella sin hacer nada sería una buena práctica para él.
—¿Sabes ya lo que quieres? —le preguntó él, dándose la vuelta para mirarla.
—Tortitas con arándanos —le dijo.
Y sus ojos se encontraron. Y él volvió a experimentarlo otra vez, aquella necesidad de acercarse a ella, inclinarse y presionar la boca contra la suya, presionar su verga endurecida sobre el lugar en el que se encontraban sus muslos. Todavía no podía creer que aquella fuera la misma chica que había estado sentada fuera del despacho de Jenkins durante todos esos años.
—Suena bien —dijo él, mientras intentaba que su voz no sonara ronca. —Creo que voy a pedir lo mismo.
Caminó a grandes zancadas hacia el teléfono, y pensó que lo que realmente deseaba en aquel momento no estaba en el menú del servicio de habitaciones.
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