LA SEGUNDA NOCHE
Si fuera posible vivir una vida completamente libre de
cualquier sensación de pecado,
¡Vaya un terrible vacío en el que se convertiría!
Cesar Pavese
CAPÍTULO 01
La buena noticia era que ________, sorprendentemente, había conseguido pasar una buena noche de descanso, después de todo lo ocurrido. Un orgasmo podía ayudarte a conseguir algo así.
La mala noticia era que se despertó horrorizada pensando en lo que había pasado la noche anterior. Una vez más, se sintió aliviada de haber estado ella sola. Aunque aquello no ayudó a despejar su sensación de horror. Se escurrió hacia la ventana para coger rápidamente sus braguitas y se las puso, y después se dirigió hacia el cuarto de baño, pensando en sus necesidades primarias. Y finalmente comprendió que el sexo podía hacer que alguien se comportara de una manera alocada y desesperada en ciertas ocasiones. Nunca había pensado en eso hasta aquel momento. Sin embargo, la pasada noche, el sexo la había hecho hacer algo que le hubiera parecido inconcebible un día antes.
«Pero es tu pequeño secreto. Tu pecado secreto».
«Nadie lo sabrá nunca». ¡Gracias a Dios!
No estaba muy segura de si debía culpar a Nick Jonas o a aquel lugar. En un momento, se había sentido conmocionada y horrorizada por la sordidez de aquella ciudad, pero justo después había deseado formar parte de ella, disfrutar de ella de alguna manera. Unas emociones tan opuestas no le parecían sensatas en absoluto.
A pesar de todo, tenía que vencer aquella sensación y estudiar el problema que le ocupaba en aquel instante. Que era el hecho de tener que pasar una semana entera por delante con Nick y aquella ciudad, por lo que no importaba cuál de ellos fuera el culpable de sus erráticas reacciones. Debía dejar detrás de ella lo que había ocurrido la noche anterior y concentrar toda su atención en el trabajo, y en nada más.
Por supuesto, cuando se metió en la ducha, se dio cuenta de que su cuerpo estaba todavía... demasiado sensible. A medida que se pasaba el jabón sobre la piel del pecho, del vientre, de los muslos, notó que también deseaba frotárselo entre las piernas. El agua caliente cayendo sobre ella la hacía sentirse demasiado bien. Mientras se bañaba, sentía sus propias curvas demasiado exuberantes.
Mierda. Aquello no era nada bueno. Pero todavía tenía que tratar con ello, tenía que tratar seriamente con ello.
Así que lo tuvo en mente, y cuando salió de la ducha no se puso ninguna de la ropa nueva que había traído con ella. De hecho, se vistió todo lo sencilla que pudo, con un par de pantalones vaqueros y una camiseta rosa que había guardado en la maleta para utilizarla más para dormir que para salir. Y después, se secó su pelo castaño nuevo, en lugar de pasarse la plancha, y se lo recogió hacia atrás en una cola de caballo.
Consideró la idea de no ponerse maquillaje, pero luego pensó que eso sería llegar demasiado lejos. Quería ir sencilla, pero tampoco quería no sentirse atractiva en absoluto, aunque se limitó a pintarse lo mínimo: se aplicó solo un poco de maquillaje, algo de colorete y pintalabios.
Salió del cuarto de baño y se encogió de vergüenza ante la vista de la botella de vino abierta, que todavía estaba en la mesa al otro lado de la habitación. Corriendo a toda prisa hacia ella, agarró la parte más estrecha de la botella, volvió a ponerle el tapón y la dejó en la papelera que vio más cerca. ¡Puaj!
Luego, miró hacia la puerta y tomó una gran bocanada de aire. «La estupidez de anoche se acabó. Ya está hecho. Es parte del pasado. Hoy tienes que concentrarte en la cuestión de aprender tu nuevo trabajo. Así que ve a la habitación de Nick, pero no pienses más en él en términos sexuales». Con suerte, puede que no estuviera tan guapo recién levantado.
Cogió el portafolio de cuero que había traído para apuntar notas, y la tarjeta de la habitación. Después se dirigió hacia la puerta, mientras empezaba a murmurar:
—No necesito un hombre. No necesito un hombre. No necesito un hombre.
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