miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 35

Quizás había empezado a formarse alguna imagen de lo que ocurría allí, una fiesta hedonista, que seguramente incluía sexo hedonista. Pero no podía haberse imaginado el elaborado ambiente que la aguardaba cuando se abrió la puerta del palacio. Nick otra vez colocó la mano en su región lumbar para dirigirla hacia la expansiva sala.

Había muchos murales que enmarcaban cada pared, y le hacían parecer como si estuvieran en realidad dentro de un enorme palacio, en un vestíbulo alineando con grandes ventanas que revelaban unos jardines romanos perfectamente arreglados con fuentes y un carro de caballos que paseaba por allí. Entre las ventanas se levantaban enormes mesas repletas de uvas, queso y jarras de vino.

Pero los cuadros y la comida no eran —hasta ese momento— la principal atracción. En medio de aquel espacio, había unas grandes columnas que creaban un enorme círculo. Entre cada una de ellas descansaba una cama blanca cubierta por almohadas de dorado metálico que se esparcían por la superficie, y la mayoría estaban ocupadas por gente que iba vestida como Nick y como ella. En el círculo de dentro había dos pequeñas piscinas rectangulares rociadas con lirios de agua, y varias personas, algunas sumergidas con las togas, otras nadando desnudas. Entre los dos baños se levantaba un gran dosel en el que una mujer rubia y atractiva hacía turnos para besarse con dos hombres; los tres estaban desnudos excepto por la corona de laureles que llevaban en la cabeza y parecían preparados para hacer algo más que simplemente besarse.

________ quería detenerse, intentar absorberlo todo desde la distancia antes de acercarse demasiado, pero otra mujer vestida con toga los dirigió hacia una de las camas vacías.

Echó un vistazo a su alrededor, y se dio cuenta de que la mayoría de los visitantes de las camas observaban a la gente que había en la plataforma, aunque algunos estaban entregados ya a sus propios placeres. Una pareja se besaba, con las manos en las piernas del otro, bajo sus togas y ella fue testigo de cómo una chica sentada detrás de otra se inclinaba para cubrirle los pechos a la segunda mientras un hombre se arrodillaba entre las piernas de la misma chica, y se inclinaba para comerla. En otra cama, había dos hombres musculosos y guapos que se estaban dando el lote.

—Relájate y permítete disfrutar de todo esto —le susurró Nick mientras se acomodaban juntos en la cama. No estaba muy segura de lo que tenía que hacer, así que se sentó con las rodillas dobladas ligeramente ante ella, incapaz de negar cómo de bueno —incluso cómodo—la hacía sentir que Nick le rodeara la cintura con sus brazos desde detrás.

Y durante los primeros segundos, no pudo creer que estuviera observando abiertamente a tanta gente que mantenía relaciones sexuales en una habitación iluminada con luces brillantes, y un desconcierto puro que rodaba la vergüenza la corroyó.

Entonces, algo ocurrió.

Ella se dio cuenta de que nadie más se sentía avergonzado. Simplemente estaban disfrutando de la fantasía, de la bacanal, ya que el club estaba diseñado para que así lo hicieran.

Y se dio cuenta de que era imposible no empezar a sentirse más excitada con cada segundo que pasaba. A cualquier punto en el que recaían sus ojos, algo sensual estaba teniendo lugar.

En la piscina ubicada cerca de ellos, había una mujer desnuda con un ánfora bajo la espalda mientras un hombre le lamía entre las piernas. Una mujer bien proporcionada con una toga emergió de los escalones de la piscina, con el agua extendiéndose por su vestido y dejando sus enormes pechos casi al descubierto, y también su trasero, a través de aquella tela fina. Se tumbó sobre una cama vacía, y después le hizo gestos a un hombre con toga que había cerca y que llevaba una bandeja de uvas en la mano. Fue hacia ella, dejó colgando un racimo de uvas de color púrpura justo por encima de su boca, y permitió que mordiera una de ellas.

En el centro de la habitación, la encantadora rubia estaba ahora colocada sobre sus manos y rodillas en un lujoso diván, y la verga de uno de los hombres le entraba por detrás, mientras el otro le follaba la boca. ________ nunca había visto algo parecido.

Y aunque podía escucharse la música romanesca —haciéndola imaginar unos cuantos sujetos de Calígula's tocando las liras y los laúdes en alguna esquina distante de la habitación— la melodía estaba interrumpida por los sonidos del sexo: gemidos, suspiros, respiración dificultosa.

Poco a poco, ________ estaba empezando a sentirse más fascinada que asombrada.

Se inclinó para preguntarle a Nick.

—¿Cómo funciona esto? ¿Cuáles son las reglas?

Se dio la vuelta y vio una sonrisa algo recriminatoria.

—Supongo que no has leído lo que has firmado.

Bueno, no muy detenidamente. Había visto la parte de confidencialidad y había firmado con la pluma, estaba demasiado intranquila como para pensar con claridad.

—Quizás no. Así que cuéntamelo.

—Puedes limitarte a mirar si así lo deseas, o follar con quien quieras que se presente. Pero la gente que trabaja aquí hará todo lo que desees tú, darte de comer fruta, tontear contigo o follar si se lo pides.

—Vaya —dijo ella en un suspiro de sorpresa ante la «fiesta» de elecciones que se le presentaban allí. Luego, volvió a mirar a Nick. —¿Y cómo distingues a la gente que trabaja aquí de la gente que no trabaja?

—Por los brazaletes —señaló hacia el chico que todavía dejaba caer las uvas en la boca de la mujer que parecía como si estuviera compitiendo en un concurso de togas mojadas. Una banda de metal dorado rodeaba su antebrazo y, al estudiar atentamente la habitación, ________ se dio cuenta de que había mucha gente que los llevaba. Las mujeres cuyas vulvas estaban siendo comidas en la piscina, por ejemplo. Y los tres amantes que había en la tarima.

Cuando Nick vio que ________ estaba mirando en aquella dirección, le dijo:

—Solo los empleados folian en el escenario central. Tiene turnos durante toda la noche para mantener entretenida a la gente.

Dios, pensó ella, sexo sin parar. Durante toda la noche. ¿Cómo sería trabajar en aquel lugar? ¿Follar en ese diván durante toda la vida? Hasta aquel momento, se imaginaba cada aspecto del comercio sexual como algo sucio, degradante e indeseable, pero durante una décima de segundo, observar a aquella mujer recibiendo un placer tan completo por dos guapos romanos con sus cuerpos musculosos y sus vergas grandes y duras, ________ pensó que quizás aquello no fuera tan malo.

—¿Qué hay de... las enfermedades? —no pudo evitar preguntar.

—Hay preservativos debajo de cada cama —le informó Nick. —Y también juguetes sexuales completamente nuevos —cuando ella abrió los ojos de par en par, él añadió: —es como una especie de mini-bar en un hotel, cualquier cosa que cojas de allí será cargado a tu cuenta.

Incapaz de resistir a la tentación, ________ se inclinó sobre el borde de la cama y echó hacia atrás la manta blanca. En realidad, aparte de un bol poco hondo lleno de preservativos había una increíble variedad de vibradores y otros instrumentos con forma de pene, ¡y algunas cosas que ni siquiera pudo reconocer!

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó él cuando ella se levantó, probablemente con una expresión estupefacta en la cara.

Ella se mordió el labio y contestó con sinceridad.

—Me gusta mucho más lo que veo aquí arriba.

—Ven aquí —le dijo él, después le dio un beso. Alrededor de ellos, notas sensuales de la lira todavía flotaban en el ambiente de la habitación y más gemidos y gruñidos resonaban, creando toda una sinfonía erótica, pero en aquel momento, todo en lo que ella podía fijarse era en Nick. Y cuando levantó la mano hacia su pecho, y lo acarició mientras sus besos descendían hacia su cuello, ni siquiera le importó que pudieran verla los demás.

Con aquella rapidez, de alguna manera se aclimató.

—¿Es tan horrible como habías imaginado? —le susurró al oído, y ella sintió la calidez de su aliento en el cuello.

Se dio cuenta de que su mirada estaba rezagada de nuevo en el trío que había en el centro de la habitación. La rubia ahora se turnaba para chupar las vergas de los hombres y la que no tenía en la boca la trabajaba con la mano.

—Es horrible y es... llamativo —dijo ella con suavidad, intentado analizar sus emociones. —¿Cómo es posible que me sienta a la vez horrorizada y... completamente cautivada?

—¿Quizás porque piensas demasiado? —le sugirió él entre unos besos que ahora le atravesaban el pecho.

Ella le lanzó una mirada sensual como respuesta.

—Debe ser genial ser un hombre, sin tener que sentir demasiado ni pensar demasiado.

—Pues se te ha dado muy bien esta semana, nena, y deberías volver a hacerlo ahora mismo.

Desde luego, él tenía razón. Se las había arreglado para descubrir un mundo sexual completamente nuevo con su guía y su habilidad por hacerla deshacerse de la vieja ________ durante aquella semana. Pero estar inmersa en algo tan enteramente escandaloso había amenazado con llevarla de vuelta allí.

Hasta ese momento.

Porque no estaba dispuesta a permitirlo.

En lugar de eso, iba a cerrar los ojos. Beber de la sensación que le provocaba los besos de Nick sobre su pecho, su pulgar acariciando su endurecido pezón. Embriagarse con los sonidos de placer que la rodeaban. Y... comerse una uva. Eso era lo que quería hacer. Dejar que un hombre la alimentara con una uva mientras Nick la besaba. Quería ser así de atrevida. Quería dar ese paso.

Y justo entonces, levantó la mano para hacerle señales a un guapo moreno que llevaba un brazalete dorado y sujetaba una bandeja de uvas, mientras que Nick deslizaba la mano por la tela blanca diáfana que le cubría los senos, desnudándolos, pero ella no lo detuvo.

No podía hacerlo.

Tenía que seguir adelante.

Mantuvo contacto visual con el chico guapo incluso cuando la boca de Nick se cerró sobre su pezón, y a su vulva le dio un espasmo.

Oh, Dios, estaba haciendo aquello, lo estaba haciendo realmente. De alguna manera, la hacía sentir infinitamente más desenfrenada que en cualquier cosa que se había permitido aquella semana.

El portador de uvas —que incluso parecía italiano— se acercó, y ella se lamió el labio superior, y señaló hacia una pila de uvas verdes. El chico levantó un pequeño racimo, lo sujetó por encima de sus labios abiertos y permitió que ella cogiera una entre los dientes y la lengua.

Cuando la uva se deshizo en su boca y el dulce jugo se liberó, Nick succionó con más fuerza y sintió cómo la vulva casi le explota de la oleada de placer que la invadió, haciéndola gemir.

—¿Más? —le preguntó el atractivo romano.

Aquello hizo que Nick levantara la cabeza y se diera cuenta de lo que estaba haciendo ella. Sus ojos se volvieron vidriosos de lujuria y ella se sintió hermosa y emocionantemente expuesta con sus pechos brillantes y desnudos entre los dos hombres. Estar exhibida de aquella manera la hizo sentirse más húmeda aún, la hizo sentirse caliente y dilatada bajo su diminuta toga.

Estuvo a punto de decir sí —a más uvas, y quizás a más de todo —cuando Nick miró al chico una vez más y esta vez dijo:

—¿Anthony?

Oh, Dios.

El romano bajó la barbilla, pareció confuso al principio, pero entonces sonrió.

—Nick, joder.

—Hace un siglo que no te veo, tío.

—Probablemente cuando lo del whisky a gogó en el 2002, porque llevo en Las Vegas desde entonces.

________ se irguió un poco y volvió a tirar de la tela hasta cubrirse los pechos. El corazón todavía le latía entre las piernas, pero su sentido de abandono pasional se había extinguido casi por completo sintiéndose un poco extraña.

—Mierda, lo siento, nena —dijo Nick entonces. —Este es un viejo amigo mío. Solía trabajar en un par de discotecas en Sunset y me aconsejaba cuando oía hablar de grupos nuevos —miró a Anthony y dijo: —Esta es ________.

—Mmm, hola —dijo ella, agradecida bajo las extrañas circunstancias, porque Nick no había mencionado que era la nueva representante de A&R de Blue Night, incluso si aquello era todo confidencial.

Anthony bajó la mirada hacia sus senos y le sonrió cálidamente.

—No hace falta que te tapes por mí, guapa. Cuando trabajas aquí, te acostumbras a ver montones de tetas.

Habló con tanta sinceridad que el comentario pareció tranquilizarla de alguna manera.

—Puedo imaginarlo.

—Entonces —dijo Nick— trabajando en el club de sexo más célebre de Las Vegas, ¿eh?

Anthony se encogió de hombros bajo su toga.

—¿Qué puedo decir? Empecé aquí hace unos pocos meses, un par de noches a la semana. El dinero es bueno y el trabajo es divertido.

—Apuesto a que sí —le dijo Nick.

Anthony volvió a mirar a ________.

—Los dejaré que vuelvan a hacer lo que estaban haciendo. Pero si necesitan cualquier cosa, háganmelo saber y me encargaré bien de ustedes.

Ella entendió que aquello significaba comida y bebida, pero sabiendo lo que hacía en aquel lugar, no pudo evitar tomarse la oferta de una manera diferente y aquella promesa la hizo humedecerse entre los muslos.

—Lo siento —le dijo Nick cuando se fue Anthony, después se acostó sobre las almohadas doradas que adornaban la cama, dejando que los ojos se le cerraran de deseo. —Ahora, ¿dónde estábamos?

Ella impulsó el pecho hacia delante, hacia él y descubrió, agradecida, que podía que la conversación con Anthony no hubiera apagado tanto su excitación como había pensado.

—Estábamos aquí.

En un movimiento veloz, Nick volvió a retirarle otra vez la tela del pecho y cerró la palma sobre la dolorida piel.

—Me ha encantado que lo llamaras —le murmuró entre más besos en el cuello.

Aquellos besos la habían puesto tan excitada que apenas se vio capaz de responder.

—Era solo... por las uvas.

Una sexy sonrisa se le desplegó en la cara.

—Aun así... me has puesto más cachondo de lo que ya estaba —su mano se movió hacia su rodilla doblada, y se deslizó hacia arriba por su muslo mientras se inclinaba para pasar la lengua sobre su pezón. Y en el centro de la habitación, la rubia gritaba de placer, y ________ levantó la mirada para ver cómo uno de los hombres la penetraba desde detrás, y el otro desde debajo, y ella comprendió en aquel momento, ¡que uno de los dos le estaba penetrando por el ano! En ese momento Nick deslizó la mano entre sus piernas.

—Oooh... —gimió ella, en aquel instante necesitaba más que nada su caricia allí.

—Dios mío —murmuró él, después retiró la mano para levantarle la falda.

Fue entonces, cuando ella se acordó de que se había afeitado para él y que Nick acababa de darse cuenta de ello. En un lugar mucho más diferente de lo que ella había imaginado.

Miró hacia abajo y vio su suave y clara piel, la pequeña y rosada protuberancia de su clítoris sobresaliendo de su desnuda abertura.

—Oh, nena —dijo él, y sonó completamente loco de deseo por ella. —Mira tu dulce vulva. Mira lo que has hecho por mí.

—¿Te gusta? —incluso extendió un poco más las piernas para que él pudiera mirarlo y, justo como había pasado cuando él le había desnudado el pecho, se dio cuenta de que ya no se preocupaba de que hubiera otras personas en la habitación.

El dejó escapar un leve gemido en respuesta, después gruñó:

—Tengo que lamerte. Ahora.

—Oh... —dijo ella, de repente sin respiración... y preparada. Encontró su mirada y no dudó ni un momento en abrir un poco más las piernas.

Después de otra mirada voraz a sus ojos, Nick concentró de nuevo su atención en la vulva y se inclinó sobre ella.

Ella se hizo hacia atrás sobre las almohadas y abrió las piernas incluso aún más, todo lo que pudo, para darle la bienvenida a su lengua hambrienta y húmeda. Ella observó cada uno de sus largos lametones, con un nuevo placer que explotaba en su interior con cada una de las caricias. Y observó el trío que todavía estaba follando en la tarima, también. Y fue consciente de que algunos ojos en la habitación estaban incluso mirándola a ella. La observaban mientras le comían el cono.

Aquello debería haberla horrorizado, todo ello, pero no fue así. Solo aumentó más su excitación, y la volvió loca de lujuria, mientras ascendía hacia una altura sexual que casi le parecía irreal.

Siguió sus necesidades, liberó el otro pecho de debajo de la tela blanca y empezó a masajearse los dos con las manos. Nick la lamió incluso con más intensidad cuando la vio hacer aquello, y justo por encima de su cabeza, en la tarima, pudo ver que la escena había cambiado: otro hombre se había unido al trío.

La rubia se montó a horcajadas sobre uno de ellos como si fuera una vaquera, mientras otro le follaba el ano por detrás. Y de pie al lado de la cabeza reclinada del otro hombre estaba... ¡Anthony, metiéndose la verga en su ansiosa boca!

________ nunca había visto, ni siquiera imaginado, una escena como aquella. Y tampoco podía haberse imaginado deseando aquello —tantos hombres, dentro de la rubia, de una vez— pero la mujer parecía embriagada de placer.

________ seguía observándolos mientras los lametones de Nick llegaban a su interior, y ella se levantaba para recibir su boca.

—Sí, cariño. Sí—le susurró. Todavía se masajeaba los pechos con las palmas de las manos y sintiendo los ojos de la habitación puestos en ella y —santo cielo— le gustó.

Al mismo tiempo, dejó que sus ojos vagaran un poco más, hacia las parejas, los tríos y los cuartetos que había alrededor de la habitación. El lugar resonaba con sollozos y gemidos y la hacía sumergirse incluso más completamente en aquella sensación de abandono. Anhelaba deshacerse de sus inhibiciones como nunca antes lo había hecho, y se folló la boca de Nick con más intensidad aún, gimió más alto, y volvió a concentrar su atención en la escena que tenía lugar en la plataforma.

¿Qué sensación sentiría con tantas vergas grandes y sólidas dentro de ella, embistiéndola? ¿Cómo podía recibir un cuerpo tanta sensación? ¿Cómo sería ser el centro de una orgía romana total?

Su placer se multiplicó, y supo que pronto alcanzaría el orgasmo.

—Oh, nene, lámeme —le rogó a Nick, deleitándose con la vista de sus maravillosos ojos negros entre sus piernas. —Lámeme el coño.

Nick respondió cerrando la boca alrededor de su dilatado clítoris, haciéndola gritar y estrujar sus pechos con más fuerza. Succionó, tiró de la caliente bolita más y más fuerte y justo cuando la mujer de la tarima soltaba el pene de Anthony para gritar su orgasmo, a ________ también le golpeó el suyo.

Escuchó sus propios sollozos, sin importarle que fuera a atraer la atención de los demás, solo respondiendo a las intensas palpitaciones de placer que la invadían, una y otra vez. Y sobre la tarima, los dos hombres que habían entrado dentro de la rubia, empujaban y gemían, los tres se movían ahora juntos en ondulaciones, mientras el clímax de ________ se desvanecía lentamente.

Excepto por Anthony, que no se había corrido aún. Su verga estaba larga y dura todavía, casi bonita de la manera en la que un falo puede serlo. Y al principio, ________ se preguntó por qué razón no habría terminado, pero entonces se le ocurrió la idea de que la mayoría de los chicos solo podían aguantar pocas erecciones en una misma noche y que quizás tuviera que reservarse por el bien de su trabajo.

—¿Cómo estás? —le preguntó Nick, que se arrastró hacia ella en la cama.

Ella se sentía realmente maravillosa, incluso con todos los otros actos sexuales todavía teniendo lugar alrededor de ella.

—Mmm, muy bien, gracias por tu experta lengua.

Juguetonamente, él se inclinó para pasarla por uno de sus pezones.

—A mi lengua también le gustas tú.

Justo entonces, una chica vestida con toga se detuvo a los pies de su cama, con unas copas de vino en la mano.

—Para apagar vuestra sed —les dijo.

Aceptaron el vino, le dieron las gracias y ________ se dio cuenta de que si los empleados tenían la delicadeza de ofrecerles una bebida después de un orgasmo, debían estar vigilando lo que hacía la gente. El vino tenía un sabor dulce y punzante y cuando ________ besó a Nick pudo saborear a la vez el Chardonnay y sus propios jugos en la mezcla.

—Quiero tu verga —le dijo atrevidamente, sin duda alguna.

—Está justo aquí —dijo él, justo como lo había dicho la noche pasada. —Todo lo que tienes que hacer es cogerla.

Miró hacia abajo y vio que su erección hacía una gran carpa en su toga. Y se dio cuenta de que extrañamente, escandalosamente. .. necesitaba algo más que solo su verga.

Algo mucho más extremo.

—Quiero que me folles ahí —señaló hacia la tarima que había al centro de todas las camas, y que ahora estaba ocupada por dos chicas y un chico. Ambas mujeres estaban en topless, y llevaban solo pequeñas faldas blancas y unos tacones dorados romanescos como los que llevaba ella. Una estaba de pie besando al chico, mientras la otra estaba arrodillada a los pies de él, hurgando bajo su toga, claramente preparándose para hacerle una mamada.

—¿En serio? —le preguntó Nick, con una expresión que probablemente fuera la más sorprendida que había visto nunca en él. Parecía que ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba sucediendo en el centro de la habitación.

Ella asintió, sin pararse a reflexionar acerca de ello.

—No sé por qué quiero hacerlo, y no puedo creer que realmente lo quiera, pero así es. Quiero que me folles delante de todas esas personas. Quiero que vean cómo me das, quiero que me vean recibiéndolo, quiero que vean nuestro placer.

La respiración de Nick se volvió superficial, claramente estaba en una posición media entre la conmoción y el deseo.

—Me encantaría follarte ahí mismo, nena, pero, como te he dicho antes, solo la gente que trabaja aquí puede hacer eso. El sexo está orquestado, como en una película porno.

Se había dejado llevar tanto por la lascivia que se olvidó de las reglas. Y de repente, al oír que no podía hacerlo, ________ se desesperó por hacer realidad aquella fantasía nueva e inesperada. Si no lo hacía, sería... como si le quedara algo más que hacer en aquel viaje salvaje, como si no hubiera alcanzado todo su potencial erótico, el potencial que Nick había descubierto.

Estudió la habitación, divisó a Anthony, que acababa de ponerse de nuevo la toga.

—Pregúntaselo a tu amigo. Quizás puedan hacer una excepción.

Nick se limitó a parpadear.

—Realmente quieres hacer esto, ¿verdad?

Ella asintió, sintiéndose escandalosa, fiera y preparada, y también decidida.

— Quiero demostrarte lo sucia que puedo llegar a ser, Nick. Quiero ser... la pareja sexual de tus sueños.

Él levantó la mano hacia su cara.

—Ya lo eres, ________.

Sintió cómo le daba un vuelco el corazón.

—¿Lo soy?

—Me he follado a un montón de chicas, nena, pero...

Ella se mordió el labio.

—¿Pero qué?

—La mayoría de ellas eran... chicas malas desde el principio. Y como tú me has dejado... sacar a la chica mala que hay en ti... bueno, eso me hace sentir más excitado, de una manera que nunca antes había experimentado.

________ apenas había empezado a procesar sus palabras, a dejar que le atravesaran la piel, cuando Anthony se acercó a ellos y Nick levantó la mano para detenerlo.

—Oye —dijo Nick, con un tono de voz bajo y conspiratorio. —¿Hay alguna manera de que pueda llevar a mi chica ahí arriba? —señaló hacia la tarima, donde había ahora una mujer sentada en el regazo de un chico, deslizándose arriba y abajo por su verga con las piernas completamente abiertas, permitiendo que la otra chica la lamiera.

Anthony miró de un lado a otro entre ellos, sin ningún gesto en su expresión que revelara lo que pensaba.

—A veces —empezó él—, dejan que los invitados se suban ahí arriba, pero solo con alguien que trabaja aquí. Saben que nosotros mantendremos el sexo en la dirección correcta, les asegura que siga siendo visualmente excitante, ¿entendéis?

Nick asintió y entonces, con cautela, miró a ________.

Ella sabía que debería decir «Gracias de todas maneras, lo siento». Pero en lugar de eso, dijo:

—Quizás podamos hacerlo.

Nick parpadeó, y ella supo que si lo había dejado sorprendido con la petición original, aquello no podía compararse con la expresión de asombro que había provocado esa sugerencia.

—¿Podemos?

Ella bajó la barbilla ligeramente, ahora se sintió algo tímida.

—Sí... si quieres hacerlo.

—¿Yo? Oh, sí, nena, me parece bien. Es solo que no esperaba que tú quisieras.

—Yo tampoco, pero... —levantó la mirada hacia Anthony. —Pareces un buen chico.

Él se encogió de hombros y le sonrió.

—Lo intento.

Miró de un lado a otro entre los dos hombres, y finalmente su mirada se rezagó en Nick.

—Así que... quizás podamos... hacerlo... con Anthony.

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