miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 37

Estaban tumbados en la cama de la habitación de Nick, abrazados y desnudos, al borde de quedarse dormidos.

—¿Estás segura de que no quieres darte una ducha? —le preguntó él.

Su cabello le rozó el hombro cuando negó con la cabeza.

—No. Estoy demasiado cansada. Y me gusta tener tu semen sobre mí.

Él sonrió, exhausto y somnoliento, pero más satisfecho de lo que podía llegar a comprender.

—No pensaba que te gustara algo así. Intenté controlarlo, pero no pude hacerlo.

Ella volvió a negar con la cabeza.

—Me encanta. Es como... llevarte puesto.

Igual que le había pasado con su eyaculación aquella noche, Nick no pudo controlar ahora el leve gruñido que se escapó de sus labios como respuesta. Justo cuando él pensaba que la había llevado a la cima de su disposición sexual, ella subía incluso más alto. Esperaba que ella aceptara el ambiente de la falsa orgía romana, pero nunca se le había pasado por la cabeza que fuera a sugerir hacer un trío con otro hombre. Le había sorprendido más que el encuentro que habían tenido con Jenelle. Porque una cosa era besar a otra chica, frotar su cuerpo con el de ella, pero tomar dos vergas a la vez... joder, todavía estaba sorprendido. Y casi al límite de tener otra erección solo acordándose de la escena, a pesar de cómo de desgastado estaba después de una semana entera de sexo salvaje y loco con la caliente y hermosa ________.

—Ni siquiera has llegado a follarme esta noche —meditó ella.

Nick pensó en aquello durante un momento, pensó acerca de lo satisfecho que se encontraba aun sin haberla tomado.

—Sí, pero tengo la sensación de que lo hice.

—Lo sé. ¿No es increíble?

Él bajó la cabeza para mirarla a los ojos, que se abrían de par en par de sorpresa, bajo la oscuridad. Y se acordó de ella subida en aquella plataforma, de cómo se había comportado de sucia para que todos los demás pudieran verla, del contraste que hacía con la dulce chica que ahora tenía a su lado. Un contraste que hacía que su corazón le diera un vuelco en el pecho.

—Tú sí que eres increíble.

Ella le sonrió, y se acurrucó contra él un poco más.

—Buenas noches, cariño.

—Mi chica sucia, buenas noches.

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