miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 3

LA PRIMERA NOCHE

El pecado depende de la geografía.

Bertrand Russell


CAPÍTULO 01

________ llegó a Las Vegas con un vestuario renovado, un nuevo color de pelo y una nueva actitud, no ante el sexo con Nick Jonas, sino ante el trabajo. Se había convencido a sí misma de que Kelly tenía razón, que aquella era solo la manera en la que se hacían negocios en la industria del espectáculo. No era una cuestión de ética, simplemente de reglas del juego. Estaba claro que Nick Jonas lo vería de ese modo, si la situación hubiera sido al revés.

Nick había volado desde Los Ángeles hasta Las Vegas el mismo día que ________ había hecho su viaje de cinco horas en coche a través del desierto de Mojave. El bueno y viejo Jenkins había aceptado con gusto que ella mintiera, pero no le había ofrecido un billete de avión, explicándole que después de todo, todavía eran una firma independiente, y que el dinero no crecía en los árboles.

—Aunque, una vez que estés en el puesto de representante de A&R —le había prometido él— desplegarán la alfombra roja para ti.

Solo Dios sabía que no era allí donde ella esperaba verse cuando cumpliera treinta años, empezando toda una nueva carrera y cruzando el desierto para conseguirlo. Pero quizás un trabajo importante y tan codiciado la hiciera recuperar de alguna manera la sensación de seguridad que le había robado su divorcio.

Había intentado concentrarse en ello mientras rezaba para que su coche no se sobrecalentara con las altas temperaturas de mayo, y a medida que avanzaba en el camino, pudo divisar más de un espejismo, imágenes que provocaba el sol, y que la convencían de que lo que estaba viendo era un enorme y suave charco de agua, pero que cuanto más se acercaba se daba cuenta de que simplemente era más tierra plana y marrón.

Así que fue un alivio, incluso aunque fuera un poco abrumador, llegar finalmente a Las Vegas Strip. Nunca antes había visto la Ciudad del Pecado, pero un paseo en coche por la carretera de diez carriles le decía que era justo lo que había imaginado. Incluso durante las horas del día, había millones de luces que parpadeaban y danzaban a cada lado de la famosa avenida. Pasó por fuentes enormes, montañas rusas que se movían a toda velocidad sobre su coche, e incluso edificios enteros que cambiaban de color a voluntad. Pudo divisar el puente de Brooklyn, una pirámide egipcia, la Torre Eiffel, el Coliseo romano y un volcán en erupción, y aunque le daba la sensación de que los monumentos de todo el mundo entraban en conflicto en aquel lugar, todo se reestructuraba en un espectáculo puro.

Aminoró la marcha delante del hotel Venecia, donde se habían reservado dos habitaciones juntas para Nick y ella, y siguió después por un carril en zigzag, que llevaba a las puertas delanteras. Se sintió asombrada por la extensión del lugar incluso antes de llegar bajo el toldo que cubría al menos una docena de carriles de una sola dirección: un zoológico atestado pero eficiente de coches y carritos para llevar el equipaje y maletas que llevaban unos hombres vestidos con uniforme a rayas y pañuelos al cuello que recordaban a los gondoleros italianos.

Uno de ellos corrió a toda prisa para abrirle la puerta del coche.

—Bienvenida al hotel Venecia. ¿Desea registrarse?

—Sí.

Estaba registrándose en el hotel Venecia. Y estaba registrándose en Las Vegas, el lugar adonde va la gente que desea pecar.

Y ya en aquel momento, mientras atravesaba las puertas y llegaba al extravagante y enorme vestíbulo con un techo en forma de arco y decorado con frescos, sintió cómo, de alguna manera, la invadía un cambio. Empezaba lentamente, aunque era fácil de reconocerlo, y... asombrosamente fácil de abrazar.

No tenía nada que ver con su ropa nueva. Ni con su nuevo pelo. Y ni siquiera estaba segura de que se tratara del puesto de trabajo que iba a robar y que era la razón por la que estaba allí.

Porque parecía crecer desde su interior, y hacerse eco hacia el exterior desde lo más profundo de su ser.

Apenas podía encontrar explicación alguna, pero... simplemente se sentía diferente en aquel lugar.

Una extraña y nueva energía la invadía. Estaba preparada para hacer cambios en su vida.

Quizás sí tenía que ver con la ropa nueva y el pelo. Quizás se tratara del trabajo. La verdad era que se había dicho a sí misma que aquello tenía que ocurrir, que tenía que convertirse en el tipo de persona que pudiera meterse en un juego de tales características. Aun así, había algo en el aura de aquel lugar que rápidamente ayudaba a que el proceso fuera más fácil, y aquello le daba la sensación de que todo iba como la seda, y al mismo tiempo era excitante como... el pecado.

Mientras había llegado a la suntuosa mesa de registro, y le daba su nombre al dependiente, una firme sensación de libertad la invadió. Una sensación de novedad. E incluso si era verdad que debía haber un momento en su vida en el que ser alguien nuevo le traería muchos beneficios, estaba segura de que aquel era el momento.

Porque, nena, estaba en Las Vegas. Una ciudad enorme y abrumadora, un oasis increíblemente brillante construido en el desierto solo y exclusivamente para aquellos que buscan el placer y, le gustara o no, estaba a punto de sumergirse en él.

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