Mientras recorrían el tramo que llevaba al extremo sur del Strip, Nick llevó primero a ________ de vuelta al hotel París. Él se acordó de que a ella pareció gustarle el ambiente de Mon Ami Gabi, y había muchas más cosas que ver allí.
La llevó por el casino, que estaba situado bajo la base de una imitación de la Torre Eiffel y flanqueada por falsas calles parisinas repletas de cafeterías y pastelerías. Ya que se habían perdido el desayuno, se detuvieron en una de las panaderías francesas y compraron unos cruasanes hojaldrados y recién hechos.
—Mmm —ronroneó ella, al dar el primer bocado en la pequeña mesa de la cafetería en donde se habían sentado. —Está divino.
Él no pudo evitar esbozar una sonrisa, porque su suave y pequeño gemido le recordó el momento en el que la acariciaba, justo cuando empezaba a excitarse.
Desde el París, se aventuraron a través de la carretera que llevaba a la grandeza del Bellagio, otro hotel de temática italiana, famoso por sus «fuentes danzantes» que se alineaban en Las Vegas Boulevard. Aunque todo aquel lugar era muy lujoso —y dio por hecho que a ________ le gustaba lo lujoso— la había llevado allí principalmente para que viera el techo de cristal del escultor estadounidense Dale Chihuly, una obra compuesta por cientos de piezas de vidrio soplado, con discos de cristal de colores alegres que se suspendían sobre el vestíbulo.
—Oh, Dios mío —dijo ella, y echó la cabeza hacia atrás para poder mirar hacia arriba. —Podrías quedarte todo el día mirando esto y aún así descubrir cosas que no habías visto antes. Es increíble. Ojalá pudiera tumbarme en el suelo y quedarme un rato observándolo.
Nick sonrió ante su entusiasmo infantil y después echó un vistazo a su alrededor.
—Tengo una idea mejor —la cogió de la mano y la llevó hacia uno de los lujosos sofás que había bajo la escultura colgante y se sentaron allí. —Túmbate aquí, a mi lado, y descansa la cabeza en mi regazo. Así, no tendrás que preocuparte de que te pise nadie.
A ella le entró la risa, y después hizo lo que Nick le había sugerido. Se tumbó allí y dejó que sus mechones rojizos cayeran sobre su muslo. Él observó sus ojos cafés y brillantes, mientras ella exploraba los colores y las formas que se veían arriba, hasta que finalmente concluyó:
—Podría perderme en todo esto. Es como... como algo que solo verías en un sueño.
Después de aquello, él la llevó un poco más lejos hacia arriba del Strip, cruzaron la Tropicana Avenue hasta llegar al Excalibur, donde ella pareció disfrutar mucho del tema medieval; y luego pasaron por el Luxor, el hotel con forma de pirámide; y por el elegante Mandalay Bay, donde visitaron el tanque de tiburones y se detuvieron para jugar un poco a la ruleta. Él nunca había visto a nadie divertirse tanto al ganar diez dólares en aquel juego como lo hacía ________.
Por supuesto, en cada parada, aprovechó la oportunidad de colarse en un bar o en algún salón en donde conocía a alguien —para preguntar si habían visto últimamente a un grupo que mereciera la pena escuchar— y conseguir un par de pistas. También presentó a ________, y explicó que estaba uniéndose a él en los deberes como representante de A&R de Blue Night. Siempre ahorraba una noche o dos en viajes como aquel para hacer averiguaciones sobre los artistas que conocía, y empezó a tomar notas mientras iban del tramo del Mandalay de vuelta al Excalibur; después cogieron el paseo elevado que llevaba del Tropicana Avenue hacia el New York, New York.
Cuando vagaban por las calles sinuosas que había dentro del centro turístico, ________ le preguntó:
—Entonces, ¿está este lugar a la altura de Nueva York?
El se encogió de hombros.
—Es... un facsímil divertido. No te hace sentir exactamente como en casa, pero supongo que es lo más parecido que puedes encontrar en este lugar del país.
Después de pasar unas pocas horas recorriendo hoteles y estableciendo contactos, ________ anunció que estaba hambrienta, por lo que se detuvieron en una charcutería de una de las falsas avenidas del New York donde se vendían bocadillos, y se sentaron por allí para comérselos. A Nick le chocó la idea de lo mucho que se estaba divirtiendo. Solo comiéndose un bocadillo improvisado con ella. Dando una vuelta con ella y enseñándole cosas que nunca antes había visto. Observando la manera en la que se encendían sus ojos con asombro a cada punto en el que se detenían.
Supuso que ya estaba tan acostumbrado a las mujeres de plástico que ________ le parecía una agradable innovación. De hecho, nunca había pensado en esas mujeres de aquella manera —como plástico— pero parecía describir muy bien a las mujeres con las que solía acostarse. No es que hubiera nada de malo en ellas, pero ________ era tan diferente, tan abierta, estaba tan deseosa por dejar revelar sus inseguridades. Y la manera en la que su comportamiento recorría toda la gama, desde una ninfa del sexo sucia y ansiosa hasta una inocente con los ojos abiertos de par en par; joder, aquello solamente los hacía parecer a los dos tan... bidimensionales. Únicos. Irreales.
En realidad, ¿cuándo había sido la última vez que había disfrutado verdaderamente con una mujer sin que hubiera una relación sexual de por medio?
Mierda, aquella era una pregunta seria.
Porque no estaba muy seguro de que... lo hubiera hecho alguna vez.
A no ser que pensara en Angie. Pero otra vez, aquello había pasado hacía una eternidad. En otro mundo. Era una persona completamente diferente de la que había sido entonces.
—¿Ocurre algo? —le preguntó ________.
Él se sobresaltó.
—¿Qué? Nada. ¿Por qué?
—Solo es que tienes una expresión extraña en la cara.
Mierda. La gente no solía acusarlo de tener expresiones extrañas, así que no sabía qué contestar.
Consideró la idea de ser sincero —tan sincero, abierto y directo como lo hubiera sido ella si la situación hubiera sido al revés— y decirle: «Solo es que me gustas, eso es todo. Me gustas, y realmente no recuerdo la última vez que real y honestamente me gustó alguien al que me estaba tirando». Pero en lugar de eso, se limitó a sonreír con desdén y le dijo:
—Gracias —y como un impulso, le lanzó una patata frita.
Ella rió a carcajadas ante ello, y después le contestó devolviéndole un puñado de ellas.
Lo que, por alguna razón, a él le hizo que le gustara incluso más. La señaló con el dedo, en un gesto de reprimenda, y le dijo:
—Para —incapaz de disimular una ligera sonrisa. —Se supone que has de comportarte como una representante de A&R tranquila y moderna. Deja de lanzarme comida.
La expresión de ________ cambió de divertida a confusa.
—¿No has sido tú quien ha tirado la primera patata frita? ¿Hace diez segundos? Pensaba que quizás fuera parte de mi formación.
Él ladeó la cabeza, cruzó los brazos y al final, intentó ser honesto.
—Solo digamos que... hay momentos en los que me haces olvidar que estoy aquí por trabajo.
Al otro lado de la mesa, ella bajó la barbilla.
—Si eso ocurre, eres el hombre más capaz que hay para combinar el trabajo y el juego, como nadie que haya conocido nunca.
Él se encogió de hombros.
—Es un don —y se preguntó qué cono hacía diciéndole gilipolleces como aquellas, eso de que le hacía olvidarse de sus deberes. Vaya una estupidez. Era hora de cambiar de tema. —¿Vas a comerte esas patatas fritas o vas a lanzármelas? Deberíamos irnos, tenemos una gran noche por delante.
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