miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 34

Cogieron un taxi que los llevó de vuelta al Strip, y por el camino siguieron hablando de negocios, y vaya, había tanto que aprender acerca del trabajo que, en ciertos momentos, ________ se preguntaba si podría ser capaz de hacerlo bien todo.

Por supuesto, también coquetearon y se dieron el lote un poquito. Lo suficiente como para que cuando llegaron a los casinos iluminados por las luces de neón y que se levantaban a ambos lados del taxi, ella estuviera pensando más en hacer cosas atrevidas con Nick que en la música. Cada vez que él la besaba, las sensaciones parecían apoderarse de ella haciéndola sentir hormigueos en el pecho y palpitaciones en la vulva. La tela pegajosa de su camiseta se frotaba contra sus endurecidos pezones con cada movimiento que hacía, añadiendo más a su sensibilidad.

Así que, una vez más, no se dio cuenta de que el taxi había entrado en la avenida. En realidad estuvo tan ocupada entrelazando la lengua con la de su amante que la pilló desprevenida cuando el taxi se detuvo al lado de otro de los toldos grandes de neón que daban a los resorts más grandes. Nick pagó al conductor, después la llevó hacia otro vestíbulo bullicioso y elegante lleno de gente, y ella se preguntó si no iban a visitar otra discoteca de moda y subida de tono como el Rendezvous. Pero no se molestó en preguntarlo, porque sabía que él solo le concedería una mirada de censura y recordándole que era una sorpresa.

Se acercaron a la mesa del recepcionista, donde un atractivo hombre con traje negro levantó la cabeza para mirarlos, después se puso de pie.

—Señor Jonas, bienvenido de nuevo —tendió la mano para dársela a Nick y, como de costumbre, ________ se quedó allí de pie sorprendida por la cantidad de personas que lo conocían y que claramente veneraban.

Nick sonrió con tranquilidad.

—Gracias, Richard.

La mirada de Richard se dirigió rápidamente hacia ________, y después volvió a concentrarse en Nick.

—¿Puedo atreverme a decir que les gustaría visitar nuestra discoteca especial esta noche?

Cuando Nick asintió, Richard sonrió y después salió del mostrador.

—Por aquí —dijo, guiándolos a través de la planta del casino y del sonido de las monedas y las máquinas, hasta que llegaron a una esquina trasera de la sala y a una puerta más que insulsa en donde se podía leer «PRIVADO». ________ supuso que se trataba de un almacén o del cuarto de mantenimiento hasta que Richard insertó la llave en la cerradura de la puerta.

—Que disfruten de la velada —les dijo, y invitándolos a entrar, dejando después que la puerta se cerrara tras ellos.

________ se encontró en un espacio que más o menos era igual de grande que un almacén, aunque estaba adornado con la decoración lujosa de Las Vegas —una moqueta afelpada de color rojo y papel de pared de color café y dorado —y ante ellos había una puerta dorada y brillante de un ascensor. Nick presionó el único botón y se encendió una flecha ascendente y ________ le dijo:

—Eh, sé que esto es una sorpresa, pero... ¿por qué está este lugar detrás de una puerta cerrada con llave?

—Es una discoteca muy privada —le dijo, con una expresión que no revelaba nada.

Tragó saliva, empezaba a sentirse algo nerviosa.

—¿Cómo de privada?

Justo entonces, se abrió la puerta del ascensor. Dentro, las paredes estaban cubiertas por espejos de arriba abajo, y en cada esquina lucía una moldura gruesa de oro que se levantaba del suelo hasta el techo. Entraron y Nick le puso la mano en la región lumbar.

—No hay mucha gente que sepa de su existencia —le contestó—, y cuando lleguemos arriba, tendremos que firmar una declaración que dice que no revelaremos nada acerca del club, de su localización, de lo que veamos, de a quién veamos, a nadie.

—Eh, ¿por qué? —sintió un hormigueo en la piel. —No se hace nada ilegal ahí arriba, ¿verdad?

Nick recorrió sus brazos de arriba abajo con las palmas de las manos, en un gesto tranquilizador.

—Relájate, nena. Solo es un lugar adonde viene la gente para disfrutar de actividades que prefieren hacer en privado, eso es todo.

—Oh —no es que realmente hubiera contestado a su pregunta, o satisfecho sus curiosidades.

Pero antes de que pudiera preguntarle nada más, terminó el paseo, y las puertas del ascensor se abrieron para revelar una zona pequeña y oscura que automáticamente daba a otra puerta brillante y dorada. Sobre ella, otro viejo letrero, con una escritura que parecía romana y que decía Caligula's.

Al salir del ascensor, se dio la vuelta para mirar a Nick.

—Calígula. ¿No era el emperador romano que tenía un montón de relaciones sexuales enfermas y pervertidas?

Los ojos de Nick resplandecieron en respuesta.

—Correcto —y sin otra palabra más, abrió la puerta dorada.

Dentro ________ encontró un pasillo alineado con arcos romanos de un blanco inmaculado cubierto de flores y vegetación. Las paredes de ambos lados lucían murales que daban la impresión de levantarse sobre una calle romana, la calle de la antigua ciudad que se expandía hacia todas direcciones delante de ellos. Un hombre y una mujer, los dos muy atractivos y ataviados con una toga blanca y una orla dorada, salieron a darles la bienvenida.

—Bienvenidos a Roma —dijo el chico, levantando la mano como si estuviera enseñando el esplendor de la ciudad. Alrededor de su cabeza descansaba una corona dorada de laurel como aquellas que llevaban el César y otros hombres en la época.

—Nos alegramos de su llegada —dijo la chica, con un tono de voz cálido y formal. Su vestido corto en forma de toga se anudaba en uno de sus hombros y dejaban sus pezones claramente visibles a través de la tela blanca. Llevaba dos hojas de papel que parecían deteriorados pergaminos atados con una fina cuerda de oro. —Estos son los términos en los que deben estar de acuerdo antes de entrar en nuestra bella ciudad —después señaló hacia dos arcos abiertos que había a cada lado del vestíbulo. —Y aquí encontrarán las prendas que llevan nuestros ciudadanos; elijan una de su preferencia y prepárense para disfrutar de una noche llena de sensuales deleites, unos que probablemente no hayan conocido nunca.

—Señorita, encontrará su vestuario al atravesar el arco de la derecha —dijo el chico—, y señor, proceda por la izquierda.

Y antes de saber qué es lo que estaba sucediendo, ________ se encontró a sí misma conducida hacia el arco indicado, con el rollo de pergamino apretado en el puño.

No estaba segura de si se sintió feliz o desgraciada al encontrar a otra «ciudadana de Roma» esperando dentro. La encantadora chica morena llevaba otro revelador vestido blanco y sonrió con agrado cuando ________ entró.

—Bienvenida —le dijo. —Soy su doncella, Clodia. Una vez que haya firmado el documento, la ayudaré a elegir su atuendo para la velada.

________ se quedó muda de asombro, dado que todavía no sabía exactamente lo que ocurría allí.

—Eh, de acuerdo —apresuradamente, desenrolló el pergamino y encontró, en una escritura de aspecto histórico, el mismo mensaje general que Nick le había confiado. Firmó con un elegante bolígrafo que parecía una pluma, se lo pasó a Clodia, quien después, señaló hacia varios tipos de toga para mujer que habían expuestos en las maniquíes que las rodeaban.

—Cuando haga su elección —dijo la mujer—, tenga en cuenta que deberá deshacerse de toda la ropa que lleva ahora puesta. Todas las joyas y la ropa interior incluidas.

—Ya veo —murmuró ________, estudiando los escasos vestidos.

Eligió el mismo que llevaba puesto Clodia, una toga con cuerdas doradas al hombro que descendían hasta unas copas blancas y sedosas para sujetarle los pechos y un cuerpo rodeado de cuerdas doradas y entrecruzadas. El dobladillo variado quedaba a medio muslo a un lado, y un poco más arriba al otro.

Cuando se metió en su vestuario privado, temió que su vulva pudiera vislumbrarse con total facilidad a través de aquella tela, pero decidió no preocuparse por ello, ya que todas las togas eran cortas, y habían sido diseñadas para el sexo, después de todo. Como también parecía ser el caso con todos los atuendos, sus pezones se distinguían claramente a través del vestido blanco y el corte de la tela creaba un escote generoso. No estaba segura de si se sentía tímida o sexy cuando salió hacia donde Clodia la esperaba.

—Encantadora —le dijo la joven mujer, mientras la miraba de arriba abajo, con un estudio lento que hizo que un escalofrío de anticipación le recorriera a ________ la columna vertebral.

Después, se puso unos zapatos dorados, esencialmente unas sandalias de tacón con cintas que se entrecruzaban por las pantorrillas. Finalmente, eligieron un tocado de los muchos disponibles, un círculo de lazos entrecruzados de oro que descansaron sobre su cabeza como una delicada corona.

—Ahí tiene —le dijo Clodia, llevándola hacia el espejo. —Ahora es usted una perfecta diosa romana.

Y, oh Dios, era verdad. Sintió como si fuera a ir a una fiesta de Halloween, pero... el tipo de fiesta al que probablemente quisiera ir Nick, donde cada mujer era excitante y sexy y cada hombre estaba preparado. Aunque ella nunca se había rendido a ningún tipo de fantasía romana, de repente sintió que quizás pudiera meterse en todo aquello y, por primera vez desde que habían salido del ascensor, se sintió verdaderamente emocionada por ver lo que le esperaba exactamente.

—Vaya —le dijo Clodia, todavía en su papel. —Reúnase con su amante. Está esperando para llevarla a una bacanal en el palacio del emperador.

Al salir al vestíbulo, ________ encontró a Nick, muy atractivo ataviado con su propia toga blanca y la corona de laurel. Ella no podía haber imaginado que le parecería tan excitante con lo que técnicamente era un vestido, aunque por otro lado, no estaba segura de si algún día Nick no le fuera a parecer atractivo. Tampoco pudo evitar fijarse en la cadena que todavía adornaba su cuello, a pesar de la regla de no llevar joya alguna.

Los ojos de Nick la recorrieron apreciativamente de arriba abajo, haciendo que la vulva le palpitara ligeramente.

—Joder, nena, debería haberte traído aquí antes.

Al instante se sintió preocupada por el hecho de haber acabado con el mismo problema de la noche anterior, sin bragas que absorbieran su humedad, pero tenía cosas más importantes en las que pensar. Le presionó el torso con las palmas de las manos, dejó que sus ojos se abrieran un poco más, pero habló con un tono de voz bajo ya que los recibidores estaban todavía cerca.

—Entonces dime, ¿qué pasa aquí exactamente?

Él le apretó suavemente los codos, y la miró con una expresión sensual.

—Estás a punto de descubrirlo.

Estaba también a punto de protestar cuando la mujer del vestido blanco que los había recibido en la entrada se acercó a ellos.

—Sigan adelante, hacia el placer —les dijo con una sonrisa, así que Nick llevó a ________ por el pasillo que todavía se extendía alineado con murales romanos cuando una voz empezó a resonar de unos altavoces escondidos.

—Bienvenidos al Imperio Sagrado de Roma. Han sido invitados al palacio de Calígula para disfrutar de una gran bacanal. Muchos de los invitados del emperador han llegado ya. Durante su estancia, sus deseos serán los deseos de Calígula. Pueden sumergirse en sus baños, comer sus uvas, beber su vino, jugar con otros visitantes, disfrutar de cada placer que los aguarda. También pueden elegir solo observar nuestro festival romano de desenfreno. Sea lo que sea lo que elijan, sean respetuosos con los demás y recuerden... cuando estén en Roma, sigan las costumbres de los romanos.

La grabación acabó justo en el momento preciso en el que llegaron a las amplias puertas dobles, bajo una elaborada fachada de construcción romana. El ambiente ya era abrumador.

—¿Debería estar nerviosa? —le preguntó a Nick una vez que se apagó la voz.

—No —dijo él. —Deberías estar... abierta a todo.

Ella se detuvo y lo miró. Había decidido estar preparada para aquello —fuera lo que fuera— cuando había estado con Clodia, cuando era más un juego de disfraces, pero ahora empezaba a preocuparse otra vez.

—¿A qué te refieres con eso?

Su respuesta llegó con un tono sereno y directo.

—Me refiero a que al principio va a asombrarte lo que vas a ver, pero después te relajarás y disfrutarás. Vas a dejarte llevar. Justo como lo hiciste en la Torre Eiffel. Y en la góndola. Y la pasada noche, con Jenelle. Vas a experimentar el mejor de los placeres que has experimentado nunca. Es así de simple.

Ella se quedó inmóvil y en silencio ante él. No sonaba tan simple.

Porque hasta aquel momento, con Nick, siempre se sintió... como si tuviera elección. En todo lo que habían hecho juntos. Sus relaciones sexuales habían alcanzado tal extremo porque ella perdió sus inhibiciones y había deseado que ocurriese.

Pero aquello, en aquel momento, le daba la sensación de que era algo impuesto, a diferencia de las otras cosas que habían hecho. Puede que lo que le aguardara detrás de aquella puerta fuera algo que tuviera que soportar, sin que hubiera salida fácil. La fantasía era al mismo tiempo tentadora e... intimidatoria.

—Estoy un poco asustada —le dijo, decidió hablar con sinceridad. —No estoy segura de que quiera estar ahí, de que quiera hacer esto.

Él se quedó en silencio, pero sus ojos negros la atravesaron cuando una vez más, le colocó las manos sobre la parte superior de los brazos para prepararla.

—¿Te he dado hasta ahora otra cosa que no sea placer?

—No.

—¿Te arrepientes de algo?

—No —ni siquiera de lo que había pasado con Jenelle. Parte de ella había temido sentirse arrepentida o extraña al despertarse esa misma mañana, pero no había sido el caso.

—Nunca planeé que pasara esto, ________. Pero me gusta ayudarte a descubrir a la chica mala que hay en ti. Me gusta llevarte más y más profundamente en esa parte de ti misma. Y esto es solo... el siguiente paso. El último paso. ¿No quieres ver lo que es?

Cuando se lo describió de aquella manera, muy a su pesar, quiso verlo. Así que casi paralizada aunque deseando agradarle —otra vez, siempre—, asintió.

Y lo escuchó decir:

—Buena chica.

Entonces observaron mientras él golpeaba la aldaba grande, dorada y en forma de cabeza de león que había en la puerta del palacio de Calígula.

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