miércoles, 9 de febrero de 2011

CAPITULO 22

Cuando salieron del taxi hacia las puertas principales del hotel Venecia —los numerosos carriles estaban abarrotados de coches,

de gente que iba y venía, el mundo entero parecía concentrarse en aquel oasis del desierto— lo único en lo que ________ pudo pensar fue en meterse dentro y volver a los calzoncillos de Nick.

Así que se sorprendió mucho cuando él la cogió de la mano y la llevó lejos de la lujosa entrada, lejos de la multitud, y se dirigieron a una ondulada acera.

—Eh, ¿dónde vamos?

Él le concedió una sonrisa misteriosa.

—Es una sorpresa.

Ella parpadeó.

—¿Qué tipo de sorpresa?

—Ya lo verás. Solo camina conmigo.

Sin pensárselo dos veces, ________ pasó el brazo por el de Nick y él subió la mano que le quedaba libre para cubrirle la suya. Y mientras paseaban por el camino hasta alcanzar finalmente una enorme escalera blanca que recibía a los peatones que venían del Strip, ________ se sintió... cerca de él. Románticamente cerca.

Lo que ella sabía que era terrible, rozando lo trágico.

Pero el cuerpo de Nick junto al suyo le daba una sensación tan cómoda y acogedora, y la noche parecía tan bonita, que no pudo hacer otra cosa que disfrutar de la situación. Y averiguar cuál era su sorpresa.

El ambiente que rodeaba la enorme plaza que había al final de las escaleras estaba en silencio, excepto por el eco de la música que venía de una discoteca que había encima. Las ventanas y columnas arqueadas y de aspecto gótico del hotel se levantaban majestuosamente alrededor de ellos, iluminadas desde dentro. Y al igual que en muchos momentos durante los últimos días, ella se sintió sorprendentemente sola con Nick, a pesar de estar justo en el centro de la Ciudad del Pecado.

Todavía cogidos del brazo, él la llevó hacia el embarcadero de góndolas donde reinaba la más absoluta oscuridad y tranquilidad también, excepto por un gondolero que maniobraba una de las barcas grandes y decoradas de adornos.

—Pensé que quizás te gustaría dar un paseo en góndola —le dijo Nick.

Ella desvió la mirada de la concentración de estrechos botes hacia su cara. La idea era increíblemente tierna, pero...

—Creo que están cerrados esta noche.

Aun así, él ladeó la cabeza, en un gesto de seguridad.

—Para casi todo el mundo.

Ella enarcó las cejas.

—¿Para casi todo el mundo?

—Hice una llamada temprano, cuando tú estabas en el aseo de señoritas.

—Y...

A él le brillaban los ojos en la oscuridad.

—Me quedo mucho en este sitio y al parecer les gusto, a pesar de la mala publicidad que me dan. Aceptaron abrir el canal para un último paseo esta noche.

Justo entonces, el gondolero se dirigió a ellos.

—¿Señor Jonas?

—Sí, soy yo. Gracias por ser tan complaciente.

—Es un placer, señor... y señorita —dijo el joven hombre, haciendo una leve inclinación de cabeza, mientras

Nick llevaba a ________ hacia el bote donde estaba el gondolero, con un palo en la mano.

Ella se dio cuenta de que aquella góndola en particular era incluso más grande que las demás, resplandecía con los lujosos adornos dorados que enmarcaban los asientos negros de felpa. Con discreción, Nick puso en el puño del gondolero lo que parecía un fajo considerable de billetes cuando ________ se acomodó en la tapicería de terciopelo.

—Pónganse cómodos y disfruten —les dijo el gondolero, y ella pudo distinguir el acento italiano cuando él empezó a entonar una elegante serenata operística que bloqueaba cualquier otro sonido, y al resto del mundo más allá del canal.

Nick se sentó cerca de ella y, a medida que el barco se alejaba del embarcadero, ella se inclinó para susurrarle al oído.

—Esto es tan maravilloso, Nick... gracias. Pero... no deberías haberte molestado tanto. Hubiera estado encantada con un paseo normal mañana, uno que apuesto que no te costaría un brazo y una pierna.

—Pero yo no hubiera estado encantado —le dijo él con intensidad.

—¿Por qué no?

—Porque a veces, me gusta hacer ciertas cosas en privado. Quería poder enrollarme contigo si me apetecía, y no creo que tú me dejaras hacerlo a plena luz del día.

________ soltó una carcajada y le recordó:

—Acabo de hacerte una mamada en la cima de la alucinante Torre Eiffel.

Sus ojos la miraban apasionadamente.

—Sí, está claro que lo has hecho. Pero durante el día, la gente se queda alrededor del canal para ver pasar a las góndolas. No creí que fuera una buena idea, a no ser que quieras que aparezcamos en la prensa sensacionalista, como portada del National Enquirer cerca del último bebé alienígena.

—Oh —dijo ella. —Bueno, supongo que esa es una preocupación válida. Pero solo para que quede claro, si empezaras a besarme mientras nos miran miles de personas, aun así no creo que fuera capaz de resistirme.

Él ladeó la cabeza, con una expresión especulativa en la cara.

—No puedo superarte. Eres la última chica con la que hubiera imaginado divertirme tanto.

—¿Y qué es exactamente lo que te hizo pensar que era tan correcta y remilgada al principio?

—Bueno, no te tomes mal lo que voy a decir, pero llevo viéndote en la oficina cada semana durante los últimos años y tenía la impresión de que eras... una mujer buena y dependiente que... probablemente pensaba que yo era alguien con el que había que tener cuidado.

Algo de la ________ nueva y atrevida quería convencerlo de que estaba completamente equivocado, que la había etiquetado como algo diferente, pero nunca se le había dado bien mentir, la honestidad aparecía simplemente con mucha más naturalidad.

—Bueno, quizás era un poco más remilgada cuando estaba con Wayne. Pero ahora, no tengo razón por la que deba ser así. Y en cuanto a lo que pensaba de ti...

—¿Sí?

De alguna manera, odiaba tener que decirle lo que él ya sabía pero... una vez más, no se le daba bien no ser honesta. En realidad, cuanto más lo conocía, más fácil le resultaba hablarle con el corazón.

—Pensaba... pensaba que con aquellos vaqueros rasgados eras el hombre más sexy que había visto nunca.

Él bajó la barbilla, tenía un aspecto totalmente provocativo.

—¿De verdad?

Ella esperó que la inclinación de su cabeza le pareciera más sexy que tímida.

En cualquier caso, él le pasó el brazo alrededor de sus hombros y la acercó a él, mientras que con su otra mano le levantaba las piernas y las ponía alrededor de su regazo. Y se inclinó un poco más, su susurro resonaba tan sensual como la noche.

—Tú sí que eres condenadamente sexy.

Estar tan cerca de él, pero sin besarlo, la hizo excitarse aún más. Solo mirando sus ojos aparecía esa sensación de posesión otra vez, esa sensación de pertenecerle, de querer abandonarse a su merced sexual.

—¿Todavía quieres que nos liemos? —le preguntó ella.

—Oh, sí —le contestó, y después se inclinó para darle un beso largo y suave.

La canción italiana del gondolero impregnaba la brisa de la noche, con su voz fuerte y profunda, a medida que el bote privado se deslizaba por la suave superficie del canal. Estaba de pie detrás de ellos, guiando el bote, pero había un gran toldo que ensombrecía el asiento y lo hacía casi imperceptible, y gracias a Dios, los besos de Nick se hicieron más y más apasionados. En poco tiempo, su respiración se volvió más forzada mientras un intenso calor se abría camino por sus muslos. No estaba segura de si alguna vez en la vida se había sentido tan excitada por simples besos.

Como de costumbre, cuando su boca descendió por su cuello, ella pensó que iba a estallar. Escalofríos de placer se curvaban alrededor de sus brazos, sus pechos, y la región lumbar le dolió con una necesidad dura y sensual.

Cuando terminó la canción del gondolero, ________ y Nick se detuvieron y miraron por encima del hombro, en el caso de que fuera a hablarles, pero cuando simplemente empezó a cantar otra melodía detrás de ellos, volvieron a empezar con los besos.

Hasta que Nick bajó la mano entre sus piernas.

La sensación palpitaba en su interior, creando una necesidad enloquecedora.

—Por favor —se escuchó a sí misma susurrarle con un tono de voz ronca—, más.

Abrió las piernas ligeramente y sintió cómo sus dedos descendían, lentamente, muy lentamente, hasta encontrar su húmeda abertura.

—Mmm —suspiró ella, incapaz de resistirse, y afortunadamente el gondolero cantaba tan felizmente alto, mientras su paseo avanzaba a través de unas aguas prácticamente privadas y oscuras.

—Todavía estás excitada y pegajosa para mí —le jadeó Nick al oído.

Ella asintió.

—Mmm. Sí.

Él le invadió la boca con su lengua una vez más, la besó con intensidad, posesivamente, de nuevo tomando posesión de ella, justo como ________ quería, hasta que le dijo:

—Dios, te necesito, cariño.

—Pronto me tendrás, en lo más profundo de tu perfecta y pequeña vulva.

La parte del cuerpo a la que aludió se convulsionó involuntariamente alrededor de las yemas de sus dedos, y ambos dejaron escapar un jadeo pesado.

—Jesús —susurró él. —Estás tan preparada, nena —ella nunca lo había oído tan intensamente excitado. O sentido de aquella manera, con todo su cuerpo ardiendo por una avidez precipitada y animal.

—Yo... casi no puedo controlarme. Casi quisiera follarte aquí mismo.

Un calor sin precedente invadió sus ojos negros.

—Solo un poco más —le prometió.

—Deberías... deberías dejar de acariciarme ahora. O... o no sé que voy a hacer.

Él retiró su mano a un lado y ambos dejaron escapar gemidos de frustración incluso aunque ella había insistido en que lo dejara. Aun así, él no pareció poder dejar de tocarla por completo, ya que deslizó la mano hacia arriba y le cubrió un lado del pecho, y le acarició con el pulgar el pezón endurecido casi dolorosamente.

Un gemido de placer incontrolable se escapó de ella cuando él se inclinó para preguntarle, con el tono de voz más sucio que ella había escuchado antes:

—¿Te excita imaginar lo que pueda pasar? ¿Follarme aquí mismo, en este preciso instante, delante del gondolero, delante de la gente que se arremolina alrededor de nosotros, bajo la oscuridad? ¿No te hace alcanzar el éxtasis imaginarte que todo el canal está alineado con gente, pero que no puedes controlarte, así que te subes la falda y te montas encima de mi polla y me follas como una loca mientras todos nos miran?

Oh, cielos, las imágenes que habían suscitado sus palabras le daban vueltas a la cabeza y hacían que su vulva palpitase con una necesidad dura y cruda. Él seguía acariciándole el pecho, enloqueciéndola más con cada una de sus caricias, y ella se escuchó a sí misma hablándole con una sinceridad todavía más desenfrenada.

—Sí. Oh, sí.

—Cuéntame —le pidió él, con una voz baja y exigente. —Cuéntame cómo llegas a él.

—Es... como en la piscina —intentó explicarle, sin aliento, cada fibra de su ser se volvía más hambrienta con cada segundo que pasaba. —Como ya te dije una vez, lo haría contigo en una cama si pudiera o si no, no me importaría hacerlo delante de toda esa gente. Y ahora mismo, me montaría a horcajadas sobre ti y cabalgaría tan intensamente sobre esa preciosa y grande verga tuya... Te follaría bien, cariño, hasta que me corriera encima de ti.

Él estaba besándola de nuevo, con más intensidad esta vez, sus bocas forcejeaban por tener más de cada uno de alguna manera.

Y entonces, el gondolero dejó de cantar otra vez.

Y ambos se quedaron quietos, y miraron de nuevo por encima del hombro.

Y esta vez, él volvió la vista atrás.

—Espero que hayan disfrutado de su paseo en góndola, aquí en el Venecia. Que pasen una maravillosa noche.

Dios, ya habían vuelto al embarcadero. Ella ni siquiera se había dado cuenta, había perdido cualquier noción de espacio y tiempo, y de todo lo demás. No podía hablar, la respiración le temblaba demasiado, pero Nick se las arregló para sentarse recto y decirle al gondolero:

—Ha sido genial. Gracias otra vez por el favor —mientras, ________ se esforzaba por calmarse y actuar normalmente mientras salían de allí.

Después de haber caminado un rato, cogidos de la mano con fuerza, Nick le dijo:

—¿Estás bien, nena?

—No —le contestó ella. —Me estoy volviendo loca. Creo que podría correrme aquí mismo si vuelves a besarme.

Caminaron rápidamente hacia la línea de puertas que conducían al interior del hotel.

—Solo aguanta, cariño, un poco más, y te prometo que daré lo mejor de mí mismo.

Su voz era tranquilizante, pero cuando le apretó la mano, su vulva reaccionó con más humedad todavía, y ella empezó a preocuparse —esperaba que irracionalmente— y se preguntó si podía emitir tanta humedad que, sin bragas, aquello empezara a descenderle por las piernas. ¿Era posible que pasara una cosa así? Temió poder descubrirlo pronto.

—Date prisa —le dijo ella, y después tiró de él hacia delante, hasta romper en un ligero trote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario