LA SEPTIMA NOCHE
El pecado hizo que los ángeles cayeran del cielo.
William Shakespeare
CAPÍTULO 01
Durmieron hasta el mediodía del día siguiente. Aunque Nick se había despertado más de una vez, y había encontrado el suave cuerpo de ________ acurrucado a su lado, y había terminado dentro de ella, moviéndose lenta y profundamente, hasta que al final alcanzaron el orgasmo y después se rindieron de nuevo al sueño.
—¿Qué tienes en la agenda para hoy? —le preguntó ________ mientras tomaban el tardío almuerzo en el California Pizza Kitchen que había en el Mirage.
—No mucho —le contestó él al otro lado de la mesa. —Hay una discoteca por la que tenemos que pasar esta noche y eso es todo.
—Genial, porque estoy agotada —le dijo y soltó una carcajada.
Y él estaba de acuerdo. Por mucho que hubieran disfrutado juntos de aquella salvaje semana, la pequeña ________ lo había dejado hecho polvo.
Por supuesto, aunque estuviera muy cansado, todavía deseaba más de ella. Al parecer, no era capaz de dejar de desearla. Incluso en aquel momento, solo sentada delante de él con una camiseta lisa y ajustada de color turquesa y unos pantalones vaqueros, con el pelo recogido en una cola de caballo, parecía tan deliciosa como el trozo de pizza que se estaba comiendo.
¿Habría pensado de la misma manera hacía una semana? ¿Si hubieran estado comiéndose una pizza y ella hubiera estado vestida de aquella forma, sencilla e informal?
La verdad era que no, que no lo hubiera hecho.
Desde luego, sabía desde el principio que toda la atracción que ella le provocaba no se debía al aspecto que tenía. Era todo lo que había en ella. Y ahora que la semana parecía llegar a su fin y que al día siguiente iban a estar en casa... simplemente no estaba seguro de que estuviera preparado para despedirse del hecho de tener a ________ en su cama.
Y quizás, solo quizás, la idea de no despedirse de aquello se convertía lentamente en algo que le daba menos miedo, y que le parecía más viable, más real. Simplemente como era ________. Real.
CAPÍTULO 02
________ se arregló incluso menos que la pasada noche. Nick le había dicho que la discoteca a la que iban no era mucho más que un agujero en la pared al sur de la ciudad, así que ella se aprovechó de la oportunidad, dado que ya se había puesto mucha de la ropa del vestuario moderno que había creado para su nuevo puesto de representante de A&R. Nick también le había preguntado si podía coger su coche en lugar de un taxi aquella noche, lo que a ella no le importó en absoluto, pero lo dejó conducir a él, no deseaba especialmente navegar por el tráfico de Las Vegas Boulevard.
Cuando llegaron a un pequeño y oscuro edificio llamado Lefty's justo después de las nueve, se sintió como en casa en sus sencillos pantalones vaqueros y su camiseta sin mangas. Por supuesto, los vaqueros y la camiseta vintage que Nick llevaba normalmente —aunque esta vez era una camiseta de The Doors— parecían encajar en cualquier lugar. Unas pocas personas en la discoteca lo reconocieron, pero la multitud de aquel bar de cerveza y frutos secos era muy agradable y se entusiasmaron al tener en su ambiente a alguien al que consideraban toda una celebridad.
Mientras se bebían un par de cervezas Coors, observaron y escucharon a un grupo llamado los Outsiders, los cuales estaban liderados por una chica con el pelo rosa y con un piercing en la nariz, acompañada por cuatro fanáticos del heavy metal de unos treinta años. Nick le había dicho que estaban allí porque Anthony le había aconsejado ir a ver al grupo, y lo había hecho la pasada noche, mientras ella se cambiaba de ropa. Sin embargo, Nick y ________ estuvieron rápidamente de acuerdo al afirmar que aunque los Outsiders eran un grupo de bar decente, probablemente no alcanzarían nunca la fama ni la fortuna.
Cuando salieron del bar solo una hora más tarde de su llegada, ________ se dio cuenta de que estaba pensando en la noche anterior. Hasta que el nombre de Anthony había aparecido, los recuerdos del Caligula's le parecían más un sueño que algo que había pasado realmente. El placer había sido algo insuperable, y no solo se refería al placer físico, sino también a la intensa alegría de sentirse tan atrevida y valiente, como una criatura sexual completamente libre, puesta en libertad por Nick.
Mientras conducían a través de la oscuridad —el coche dejó pronto la zona de bares y la zona residencial dando paso a un paisaje más disperso y vacío—, ella pensaba acerca de haber hecho algo tan espontáneo, tan extremo, con otro hombre con el que nunca antes había tenido relación, y ahora se veía inundada por las dudas, preocupada por si él la veía de una manera completamente diferente ahora y que hubiera dejado de respetarla. Pero con Nick, no había cabida para preocupaciones así.
Sabía que lo que tenían era temporal, pero también sabía que había algo más que lo puramente físico, que a él le gustaba verdaderamente, y que quizás incluso le importaba. Y que estaba sinceramente satisfecho de verla revelando su sexualidad tan completamente.
—Eh, ¿adónde vamos ahora? —le preguntó cuando los faros se apagaron bajo la noche, dando a entender que habían abandonado la ciudad completamente, y habían llegado al desierto. A cada lado de la carretera, no podía ver otra cosa que no fuera tierra árida y arbustos bajos de color verde marrón, y hacía unos minutos incluso había pasado rodando por la carretera de dos carriles una barrilla rodante, como aquellas que aparecían cruzando los caminos en las películas del oeste.
—Aquí —contestó él cuando aparcó el coche a un lado de la carretera que en realidad no era más que un camino de tierra.
—¿Y dónde es aquí? Parece como si no estuviéramos en ningún sitio.
Él apagó el motor, se dio la vuelta para mirarla, las luces del salpicadero iluminaban su expresión. Ella no lo había visto nunca tan serio.
—Supongo que solo quería... estar a solas contigo esta noche. Realmente solos. No solo en la habitación del hotel, sino... lejos de todo.
________ no respondió, porque no sabía exactamente qué decir. Se había esforzado mucho por mantener los parámetros de su relación con Nick bien claros en su mente. Incluso aunque supiera que se había enamorado de él, era consciente de que aquello no iba a llevarla a ninguna parte. Incluso si a él le importaba, entendía que no era a nivel de un romance.
Aunque... lo que acababa de decirle sonaba como un romance.
El dejó que su mirada cayera un poco, y una sonrisa cargada de disculpas se desplegó en su cara cuando levantó los ojos de nuevo hacia ella.
—¿Te parece extraño? ¿O simplemente... aburrido? Después de todo lo que hemos hecho esta semana, todos los lugares en los que hemos echado un polvo. ¿Te parece extraño que te haya traído hasta aquí? ¿Que quiera estar dentro de ti sin nadie a nuestro alrededor, sin ninguna otra distracción, solamente tú y yo?
Ella tragó saliva, con fuerza. Nunca antes lo había escuchado hablar con tanta ternura, o de una manera que sonara remotamente avergonzada.
—No —se las arregló para susurrar. —No, en absoluto. Me... me gusta.
Porque él había tenido razón con lo que le había dicho la noche anterior: no importaba cómo de salvaje o descarada fuera, siempre apreciaría a un hombre tierno, cariñoso y romántico.
—Ven fuera conmigo —le dijo. —Quiero estar fuera contigo, sentir la noche contigo.
Mientras ________ caminaba junto a Nick en el paisaje austero del desierto, empezó a experimentar aquella diminuta sensación, la que puedes tener cuando estás de pie a la orilla de la playa mirando el enorme océano, o del modo en el que había oído hablar a la gente cuando se estaba delante del Gran Cañón. Era como estar completamente sumergido en la naturaleza, obligado a sentirla, a verla. Incluso en la oscuridad, los bordes de la montaña en la distancia eran visibles en su tenue silueta, el cielo arriba era un tono más ligero del azul de medianoche. Una cálida brisa agitaba la noche a su alrededor.
Había comparado la sensación del Gran Cañón con Las Vegas de una manera diferente desde su llegada a aquel lugar, pero aquello... aquello era mucho más profundo, mejor. Se dio cuenta de que también deseaba estar a solas con él.
Finalmente, Nick se detuvo y se dio la vuelta para mirarla.
—Me gusta estar aquí fuera. Sin luces, sin ruidos, nada excepto tú —después levantó las manos hacia su cara y la besó en la boca. A ________ le pareció tan excitante y cálido como el primer beso que él le había dado, en el almacén del Fetiche, e inmediatamente necesitó algo más que eso.
—Fóllame —le gimió con más dulzura de lo que ella pensaba que podían guardar esas palabras.
Y cuando Nick la puso de rodillas en el suelo del desierto, cuando le levantó lentamente la camiseta y el sujetador y le besó los senos, cuando suavemente le quitó los pantalones y después se deshizo de los suyos para abrirse camino hacia su cuerpo cálido y deseoso, ella se dio cuenta de que nunca había pensado en lo dulce que podía ser echar un polvo con alguien.
Se movieron juntos, lentamente al principio, después con algo más de fuerza. Ella se levantaba contra su verga, encorvaba las caderas y buscaba aquella cálida fricción que tanto le gustaba. Y él la besó mientras se deslizaba dentro y fuera de ella, la besó y la acarició y la hizo sentir adorada de los pies a la cabeza.
—Oh, Dios, estás sumamente deliciosa esta noche —le dijo en un cálido suspiro. —Tu vulva desnuda está tan suave y melosa cuando me deslizo dentro de ella.
Vaya, se había olvidado de que quizás pudiera parecerle algo nueva y diferente ahora. La excitaba solo pensar en la idea.
—Me haces sentir mejor que nadie, nunca me he sentido tan bien —continuó él.
Y a ella se le oprimió el pecho al escuchar esas palabras.
—¿Nunca? —logró decirle. Ahora él la follaba con lentitud otra vez, su erección parecía expandirse hasta lo imposible dentro de ella.
—Nunca —repitió él. Después le susurró—, eres la única mujer además de Angie con la que he follado sin condón.
Aquella frase le dejó algo estupefacta, por muchas razones.
«No había llevado condón en muchas ocasiones». ¿Cómo cono no había caído en una cosa así? Estaba claro que se había dado cuenta de que no lo había llevado puesto más de una vez, ¿pero por qué razón no se había sentido alarmada? Supuso que había estado casada demasiado tiempo, y se había sentido perennemente segura en aquel tema. Y se había sentido completamente consumida por todo lo que le había pasado durante la semana. Entonces, ¿qué significaba aquello? ¿Había cometido un error fatal? ¿Y por qué? ¿Por qué no llevaba él ningún preservativo?
—Estoy tomando pastillas anticonceptivas, ya sabes —le recordó ella, mirando aquellos hermosos ojos—, pero eso no te protege de...
Él levantó la palma de la mano hacia su mejilla, todavía seguía moviéndose lentamente dentro de ella.
—No te preocupes, nena. Estoy sano. Porque como te acabo de decir siempre he tomado precauciones. Siempre. Y sé que tú estás sana porque... sé que estás sana —le dijo y le sonrió con ternura.
Bajo él, todavía embriagada por la fricción que él creaba con su dulce verga, se mordió el labio.
—¿Por qué? ¿Por qué no...?
Él la besó en la boca.
—Al principio fue un accidente. Pero después de eso... me haces sentir tan bien, y yo simplemente... quería estar así de cerca de ti. No quería que hubiera nada entre nosotros. Nada.
Ella tomó una gran bocanada de aire, estaba totalmente asombrada por la profundidad de su ternura. Y por lo que ella podía haber jurado que había escuchado en sus palabras. La misma cosa que ella sentía. Amor.
Aunque quizás estaba loca. Quizás estaba confundiéndolo todo. Quizás solo era... su manera de acabar con la relación. Aquella noche era la última noche que pasarían juntos, después de todo. Su última noche en la Ciudad del Pecado.
Aun así no podía evitar acordarse de ello, del fatídico momento en el que él pusiera distancia entre ellos y la Ciudad del Pecado.
—No quiero que esto termine nunca —le dijo, con un tono de voz profundo y arenoso.
Oh, Dios. ¿Había escuchado bien?
—¿Qué... qué quieres decir con eso?
Él entrelazó los dedos entre su pelo.
—Solo porque regresemos a casa en Los Ángeles, no hay razón por lo que no podamos seguir con lo bueno que tenemos, ________.
—Pero pensaba que tú... quiero decir... Una vez más, él la besó.
—Sí. Bueno, normalmente no hago algo así. Pero quizás ahora lo haga. No puedo prometerte nada, no he tenido una relación real en muchos años. Pero no creo que pueda estar contigo y no desearte. No creo que pueda verte solamente como una amiga.
________ temió que le explotara el corazón en el pecho. ¿Realmente estaba haciendo que sus sueños se volvieran realidad? ¿Realmente le estaba diciendo que no quería que todo aquello acabase?
—No tienes ni idea de lo feliz que me hace escucharte decir eso.
—Entonces, ¿tú lo sientes de la misma manera? ¿No quieres que esto acabe?
—Dios, sí, siento exactamente lo mismo. Yo... te quiero.
Oh, no, ¿qué acababa de decirle? ¡Había salido así de fácil, imparable! Estúpida, estúpida, estúpida.
Pero la boca de Nick le volvió a cubrir los labios, y esta vez su lengua se mezcló con la suya, y el deseo parecía doblarse de alguna manera en aquel momento, haciendo que ella tirara de él con más fuerza, lo rodeara con los brazos y lo abrazara con tanta intensidad como pudo. Y cuando finalmente el beso terminó, Nick se inclinó hacia ella cerca de su oído y susurró las palabras más dulces que ella había oído.
—Creo que yo también estoy enamorándome de ti.
—Oh. Oh, Dios —dijo ella, mirando su cara tan divina.
Y casi convulsivamente, ella golpeó el cuerpo contra él, necesitaba sentirlo aún más dentro de ella. Ya no le importaba si no alcanzaba el orgasmo, solo deseaba sentirlo, que la llenara.
—Córrete dentro de mí —le jadeó, desesperada, rogándole. —Córrete dentro de mí, con fuerza.
Necesitaba hacer que ocurriera, necesitaba tirar de todo el placer que él pudiera darle, y necesitaba que dejara parte de él en su interior.
—Oh, sí —gruñó él. —Oh, sí, no puedo parar. Estoy corriéndome dentro de ti. Estoy corriéndome dentro de tu pequeña y dulce vulva —y la embistió, fuerte, fuerte, fuerte, presionando su trasero contra el suelo, de alguna manera haciéndola respirar la seca fragancia del desierto, haciéndola sentir los rayos de luna más intensamente.
Nunca en su vida el sexo la había hecho sentirse tan satisfecha. De una manera completamente diferente a la noche pasada o la anterior. Aquello había sido tan físicamente intenso, y la parte mental había estado en ella, en su atrevimiento, en sus deseos por Nick. Pero aquello... aquello había venido de él. Él amándola. Y ella deseando darle placer con tanta libertad, sin que hubiera por su parte un deseo o necesidad en particular.
Aunque un momento más tarde, él se disculpó.
—Lo siento, nena. No te he hecho alcanzar el orgasmo.
—No me importa —le susurró ella, sonriéndole. —No podría sentirme mejor de lo que me siento ahora mismo.
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